Por Juany Uribe
Si una noticia ha conmovido la parte sana y sensible de nuestra sociedad, sin duda alguna ha sido la que dio cuenta del fallecimiento del arquitecto David Rodríguez García, quien el pasado 25 de septiembre se quitó la vida disparándose a la cabeza mientras se encontraba en un baño de la Oficina de Ingenieros Supervisores de obras del Estado (OISOE).
Aunque taxativamente el caso es un suicidio, hay que convenir que el hecho consumado es sencillamente el asesinato del arquitecto, cometido por las dos personas que mencionó en la nota que dejó y por todos los que, en otras dependencias gubernamentales, lo acorralaron exigiéndole dinero, hasta llevarlo a tomar esa medida desesperada.
Los rumores sobre las inconductas en la Supervisora no son nuevos, vienen de antaño, pero al parecer en los últimos tiempos las prácticas de corrupción desbordaron los límites imaginados y el descaro de los chantajistas rompió los límites imaginados hasta el punto de que, algunos de ellos, llegaron a cumplir “horario de trabajo” en la OISOE.
Al propio Danilo Medina debió “prendérsele un bombillo” como decimos los dominicanos, cuando hace dos años, en Arenoso, provincia Duarte, el ingeniero encargado de la construcción del liceo secundario de allí le expresó al Mandatario que la obra no había sido concluida por falta de pago. El Presidente, visiblemente molesto contestó “pero educación tiene todos los cuartos del mundo ahora mismo”. El incidente no se volvió a mencionar pero la duda quedó flotando en el ambiente.
Ahora la situación ha llegado al límite y la nación está a la espera de que se diga toda la verdad, absolutamente toda la verdad, sobre lo que ocurre en la Supervisora y que se sancione de manera ejemplar a cada uno de los que han incurrido en la vergonzosa práctica de chantajear a humildes ingenieros que han visto en la construcción de planteles escolares una forma de desarrollarse profesionalmente.
No es eliminando los retratos de todos los Directores de la OISOE para sustituirlos por uno del profesor Juan Bosch que se limpiará la imagen de esa oficina. Don Juan debe estar avergonzado –allá, en las regiones ignotas en que se encuentra—de que lo hayan colocado en ese estercolero.
Recordemos el relato, de César Nicolás Penson sobre el Padre Canales y su conclusión: ¿quién mató al Padre Canales? La justicia de Santo Domingo.
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