MI VOZ ESCRITA, Por Jorge Herrera
El sainete que le ha tocado protagonizar al “infeliz” Francisco Domínguez Brito por pusilánime y falto de dignidad, no puede ser más ridículo. Los santiagueros, que siempre han sido ñoños por su condición, sobre todo los Domínguez de los predios de Gurabo, tienen que estar llorando de vergüenza. ¡Cuánta deshonra por un carguito!
Con el señor Procurador General de la República, Danilo Medina y secuaces; vale decir: el ministro de la Presidencia Gustavo Montalvo; el ministro administrativo José Ramón Peralta y el ministro de Comunicaciones Roberto Rodríguez Marchena, entre otros, han trapeado los pisos de la Justicia de manera inmisericorde.
Según se dice a “sotto voce”, este marchante perseguía al senador Félix Bautista por asuntos personales entre ellos, que quién sabe si ahora, el hijo putativo de Leonel revele con detalles, pues según parece al susodicho magistrado le bajaron línea para que “deje eso así”, no obstante poder recurrir en casación.
Sin embargo, es tan charlatán y farsante a la vez esta cosecha de Agripino que no alcanza a comprender que la suerte de preeminencia que le hicieron creer que tenía, era sólo con la marcada intención de que se prestara a los calculados juegos y chanchullos antijurídicos del aburrido entremés.
Ahora, para tratar de evadir el bulto y dar tiempo a que el plazo para incoar el recurso de casación se cumpla, Francisco Domínguez Brito ha querido embarcarse en una misión imposible con el expediente de los pilotos franceses que con el concurso del gobierno galo burlaron a las autoridades dominicanas, a sabiendas de que cualquier diligencia en el campo diplomático, no prosperaría nunca jamás.
Si esta caricatura de representante máximo del Ministerio Público se respetara, si tuviera siquiera un ápice de dignidad, ya hubiese recurrido al auxilio de la Interpol, como recomienda con conocimiento de causa el ex-canciller, doctor Hugo Tolentino Dipp, en tanto es egresado de la Universidad de París, donde estudió Derecho Público, precisamente.
Pero no, él prefiere que lo echen del cargo como lo que es, y que el doctor Balaguer se encargara de graficar de manera magistral cuando se refirió a un miembro de las altas Cortes que elijo no mencionar su nombre, porque no es necesario…
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