Por Anulfo Mateo Pérez
En este podrido sistema político donde la partidocracia se ha acunado, las elecciones son más o menos como ferias de circo, con todo y palo encebado, vía para los candidatos alcanzar la nómina pública y la “dolce vita” a expensas del erario, que no soporta más zarandeos de los politiqueros, esquiladores de profesión.
Ya en el puesto, jamás realizan una labor a favor del país; no buscan trascender por el resultado del trabajo eficiente, honesto y transparente; por el contrario, se dedican al enriquecimiento obsceno.
Sólo algunos pasan la gran prueba de la honorabilidad y por eso se convierten en objeto de escarnio de parte de sus “colegas”, con quienes comparten en el Congreso Nacional y en los ayuntamientos.
Los líderes partidocráticos se han encontrado con un “nudo gordiano” para elegir a los candidatos; con los que aspiran al ascenso; los que se resisten a salir de la nómina o los que deliran por retornar a ella.
En cada organización el “oráculo” decide quienes serán candidatos y quienes no, cuales tienen posibilidades de sumar y ser electos, renegando de las convenciones donde se armaría una “garata con puño”.
El “oráculo” sabe la trascendencia de la candidatura vice-presidencial, la de regidores, alcaldes, diputados y senadores de los partidos que le apoyan; y que a muchos votantes sólo los mueven los candidatos.
Aunque el programa es importante, sobre todo para las alianzas políticas, la conformación de los frentes electorales y el futuro gobierno, en última instancia, los votantes desean ahora emitir un voto positivo.
Esto es así por el descrédito de los partidos políticos tradicionales ante los electores; ahora muchos de estos desean personas conocidas por su probidad y capacidad de servicio para votar por ellas.