Por Ricardo Bustos
Extrañamente, cuando asume algún presidente, lo primero que hace es viajar a Estados Unidos o Europa para explicar su programa de gobierno y en parte está bien porque siempre necesitaremos inversores que vengan para mantener vivo el espíritu de trabajo privado que se nutre de capitales foraneos, pero resulta que al poco tiempo la inversión se convierte en patrón y sin pérdida de tiempo en decisiones en el poder político.
Hemos ido copiando desde fines del siglo pasado, cuanta «porquería» apareció por el mundo occidental, ese que defendemos a capa y espada porque «nos pertenece».
Todo el santo día nos enojamos contra los imperialistas y adoptamos todas y cada una de sus perversas costumbres, desde la comida chatarra, pasando por la forma de vestir, el desprecio por la familia unida, consumo de cuanta sustancia inmunda circule por el aire y las copas y por sobre todas las cosas un abandono literal de la juventud en el momento que mas nos necesitan.
No es malo copiar o imitar, cuando de esos ejemplos surgen posibilidades de vida diferentes a las que hoy hemos puesto en práctica. Contrariamente a lo que ocurre en la región, nosotros actuamos con desidia, dando prioridad al…:
«Cuanto me das»… y no al… «Mejor voy a trabajar y lo gano».
Sabemos que en nuestra América del Sur no existen los planes ni subsidios para los ciudadanos como en Argentina.
Basta con observar la mayoría de los medios de prensa por estos días, para darse cuenta de los crueles resultados obtenidos desde que comenzó a aplicarse la dichosa «globalización», la misma que si estornuda un mexicano a nosotros nos produce catarro, aunque en los últimos años el virus que han exportado nos dejó otras secuelas difíciles de borrar y mas aún con gobiernos como los que hemos votado.
Antes, por mal que estaba un país, la peleaba entre los suyos y a lo sumo trataba de conseguir alguna ayuda que le diera un empujón para seguir luchando y salir de su propia crisis, porque nosotros, los ciudadanos sabíamos que sin sacrificio nada se podía realizar. Cada nación tenía su propio sistema educativo (y no nos iba tan mal con menos gasto para el Estado) ya que nos ajustábamos a nuestra propia historia, reconociendo a nuestros próceres San Martín, Belgrano, Brown, Sarmiento y tantos que están en el bronce de nuestra historia.
Pero resulta que ahora nuestros héroes son Simón Bolívar, Hugo Chavez, Lenin, los hermanos Castro, todos caballeros respetados pero que nada tienen en común con nuestra rica historia argentina ya que lo último que supimos y hasta ahí nomas fué el abrazo de Bolívar, que hasta el día de la fecha y a juzgar por los medios de entonces el único abrazo que existió entre San Martín y Bolívar fue breve, seco y molesto y Guayaquil sólo sirvió para enfrentarlos, hecho que vuelve todavía más inexplicable el intento conciliador de la historia oficial por transformar en un abrazo lo que fue un desencuentro, pero el resto es otra historia que no forma parte de la globalización.
No hace falta ser reiterativo, pero sería bueno utilizar la palabra. Hoy, después de haber probado esta forma de vida en donde todos somos iguales, aunque algunos son mas iguales que otros, los pueblos y su gente, están cada vez peor en cultura general, economía, salud, desarrollo, productividad, pues basta con asomar un poco la cabeza por nuestra América para comprender de que manera se han destruido en los países miembros, las economías regionales pues a los productores de esas zonas los devoraron empresas multinacionales que poco afecto tienen por el terruño y lo propio sucede con el campo en general donde el pequeño y mediano productor ya no sabe mas que hacer para subsistir por no poder hacer frente a las gigantes que manejan todo a su antojo y no necesitan de un pequeño préstamo bancario con el interés mas usurero que existe en plaza para seguir produciendo en suelo extraño.
Desde el día que se instaló en nuestra querida Argentina, lo primero que se aplicó fué la famosa «Reforma del Estado», para que todo cambie y en detrimento de la calidad de vida de los ciudadanos porque todo funciona mal. Nos familiarizamos con las «tercerizaciones» y no nos dimos cuenta que con esas políticas todo comenzó a convertirse en corrupción generalizada, al punto que los propios sindicatos, que deben defender a los trabajadores, son dueños de innumerable cantidad de esas empresas «truchas» con el aval de los propios gobiernos de turno.
Para muestra basta un botón dice el refrán y una prueba de ello son las rutas nacionales que, en teoría con el presupuesto que se asigna para su mantenimiento desde el Ministerio de Obras Públicas a la Dirección de Vialidad, el peaje lo cobra una empresa que nadie sabe a quien pertenece y lo único que hacen es cortar el pasto al costado de la cinta asfáltica, que por otro lado en la mayoría de los casos se encuentra intransitable con el peligro que ello ocasiona a los automovilistas.
Hablando de dineros desperdiciados, no podemos dejar pasar por alto que existe una Agencia de Seguridad Vial cuyos vehículos de color celeste siempre se pueden ver estacionados en los peajes sin cumplir misión alguna porque los que nos piden documentación son Policía y Gendarmería, mientras que los de la Agencia solo aparecen cuando se produce algún accidente.
Son tantos los bolsones de ñoquis que han creado los gobiernos para acomodar a su gente que el día menos pensado ya no tendremos dinero para pagarles los haberes. Somos un país de subsidios, cierres de Pymes, alquileres de locales por las nubes en cualquier ciudad y oh casualidad… los mejores locales en las mejores ubicaciones céntricas, siempre pertenecen a empresas que están ligadas a multinacionales con sedes centrales en otros territorios del planeta. Muchas de estas empresas cuentan con poderosos socios nacionales.
Creo sin llegar a ser pesimista, que deben existir dos tipos de «globalizaciones», una para Ellos y la otra para nosotros, los subdesarrollados eternos porque así les conviene ya que eternamente seremos la reserva natural del planeta para lo que les haga falta.
A los trabajadores les quedará el honroso compromiso de cuidar lo que tienen y aquellos que no gozan de ese privilegio, lamentablemente serán mano de obra para todos los dirigentes que, montados en la mentira de la pobreza, seguirán abusando de la generosidad de un pueblo al que no le hace nada bien quedar excluido del sistema.
El autor es: Locutor Nacional-Comunicador
Capiovi Misiones, Argentina
DNI 7788556