Por Guillermo Cifuentes
“Qué difícil se me hace, cargar todo este equipaje, se hace dura una subida al caminar. Esta realidad tirana que se ríe a carcajadas, porque espera que me canse de buscar.” Llegado a la isla por culpa del pecado. Fue columnista del diario “La Discusión” de Chillán, (Chile). Guillermo Cifuentes
“Aun cuando todos los expertos coincidan, pueden muy bien estar equivocados”. Bertrand Russell
Hace algún tiempo se conoció el ultimátum de que el PLD estaría en el gobierno hasta el año 2044. Casi nadie lo tomó muy en serio, o por lo menos no se observaron mayores preocupaciones, ni sonaron alarmas. Pasados los días y desaparecidos ya los análisis sobre las últimas votaciones me parece que ha llegado la hora de anotar algo sobre la amenaza proferida y, peor todavía, concluir que es bastante posible.
Una muy popularizada frase de Einstein respecto de que no se consigue algo distinto haciendo lo mismo, tiene su antecedente político en Maquiavelo y vale en estos días recordarla: “todo aquel que desee saber qué ocurrirá debe examinar qué ha ocurrido; todas las cosas de este mundo en cualquier época tienen su réplica en la Antigüedad… puesto que tales acciones son ejecutadas por hombres que tienen y han tenido siempre las mismas pasiones, éstas, necesariamente deben ocasionar los mismos resultados”.
A la luz de esas sabias palabras, empiezo por aclarar que no es mi interés abordar responsabilidades individuales pues me tientan mucho más las estructurales. Por ejemplo las últimas votaciones, cuyos resultados digitales han terminado siendo los definitivos, dicen que luego de tantos y tantos años la sociedad dominicana está dividida en dos bandos opuestos y que esta división se expresa en los resultados electorales. Es el llamado clivaje que hasta 1994 se daba entre el PRD y el PRSC y a partir de 1996 entre el PLD y el PRD. Tengo la impresión de que el peligro de un gobierno del PLD hasta el 2044 tiene que ver con que este clivaje favorece al PLD por lejos y cada vez más lejos. Dicho de otra manera y sin necesidad de llegar hasta la antigüedad en el análisis, el PRD –en cualquier versión- no tiene posibilidades de ganarle una elección al PLD.
Aunque el proceso de votaciones es reciente puede apreciarse que aunque sea tímidamente todos los actores han jugado y juegan a mantener ese clivaje. Que lo hagan los peledeístas es por supuesto su deber y su ganancia de causa, pero que lo hagan los “opositores” dice a las claras que la otra cara no era la del cambio. Y aunque lo sepamos muy bien, no dejan de sorprender las conductas políticas de los últimos días. Basta observar la votación del Código Penal en la Cámara de Diputados. Eso es lo que se llama unanimidad: líneas bajadas, unidad opositora, progreso, cambio, cobardes, violadores de derechos…
Si estamos de acuerdo en que el clivaje, la división, reprodujo la vieja disputa de los herederos de Juan Bosch, también deberían hacer anotaciones los tácticos, siempre nostálgicos y melancólicos, sabiendo que el clivaje social con el que tienen años de insomnio, ni apareció ni aparecerá. Y en eso nada de juicios de valor. Vamos a los hechos. Y los hechos nos dicen que los sectores populares no se expresan electoralmente en ningún sector político o, mejor dicho, están en todos.
Así las cosas, el ‘pacto político’ fue un regalo envenenado que le hicieron a la “oposición” (a la cual habrá que buscarle un nombre mejor pues siguen sin oponerse a nada). Todo esto del ‘pacto político’ se parece mucho al cuento del burro y la zanahoria: se lo inventaron ellos mismos y ha servido para hacerlos caminar en la dirección que le conviene al PLD. Mientras los del pacto PRDM – PRSC están entretenidos, los pasearon en la Asamblea Nacional y se quedó cerrado el proceso electoral.
Excusen, pero la carta del PRDM a Núñez Collado, pudieron habérsela enviado, antes de hacerla pública, a Wilfredo que con seguridad les habría ayudado a redactarla. No creo que exista un documento más contradictorio, incomprensible y negador de la propia identidad de los firmantes –si es que aspiran a tener alguna- que esas páginas que conservaré como un certificado para demostrar lo que no se hace.
Es perfectamente comprensible que reine la confusión, lo que no es aceptable es que quienes dicen tener responsabilidades políticas, renuncien a ellas… ¡sin darse cuenta!
Sin poder superar esa división que supone mantener o profundizar la crisis democrática, una vez más nos encontramos por un lado frente a unos que saben muy bien cuales son los fines de los partidos, lo que significa ganar unas votaciones y cuales son las ventajas que da el control de las instituciones y que provocan tardíamente el miedo de muchos. Por el otro lado, vemos al balaguerismo con nuevas energías reclamando transparencia electoral (cosas veredes) y pidiendo ventajas que nadie tiene por qué dárselas.
Ambos extremos son los que conducen al 2044 sin traumas y con menos democracia.