Por: Ramón Raposo
Desde la Fundación de la República Dominicana el 27 de febrero de 1844, el desarrollo de la sociedad ha sido subyugado por el accionar de sectores de poder que en busca de soluciones particulares, han sumido el avance colectivo en un ostracismo histórico.
La falta de institucionalidad, el irrespeto a las leyes y la corrupción rampante, son parte de los males que como una enfermedad maligna que ha desarrollado ramificaciones aquejan a nuestra sociedad desde los cimientos de la fundación de la patria.
Tras la revolución de 1844, los jóvenes precursores de la Independencia Nacional fueron separados de la toma de decisiones por sectores oportunistas que durante décadas pulularon como sanguijuelas alrededor de los Españoles, Franceses y Haitianos mientras estas naciones ocuparon esta parte de la isla y cuando vieron que la separación de Haití era inminente se mancomunaron, tal como si hubiese sido una película de piratas, para quedarse con el botín.
Luego de que sectores progresistas, encabezados por Juan Pablo Duarte, ideólogo de la Independencia Nacional, lograron la liberación de nuestra patria, apandillados retrógradas, entreguistas dirigidos por Pedro Santana y Buenaventura Báez secuestraron las riendas de la nación por más de 18 años y como si la República Dominicana hubiese sido una de sus cabeza de ganado, terminó siendo vendida a los españoles por Santana
No bien, a través de una cruenta lucha nacionalista, se había salido de la mal denominada «Madre Patria» cuando un grupo orquestaba la posibilidad de entregar las riendas del gobierno a Báez, denominado por muchos un sátrapa oportunista que desde 1857 se encontraba en el exilio donde partió con un botín del erario público, tras ser derrocado por una revuelta propugnada y orquestada por sectores progresistas del cibao, pero cuyos frutos fueron recogidos por sectores retrogradas y mal sanos encabezados por Santana.
No valieron los ingentes esfuerzos del general Gregorio Luperón y un grupo de patriotas en busca de enderezar una patria que había nacido «torcida», ya que las luchas en busca de intereses personales llevaron a colapsar el segundo intento democrático de los dominicanos.
La anarquía, el entreguismo, las dictaduras rampantes, el endeudamiento desmedido y el despilfarro llevado a cabo por los sectores retrogradas en la segunda república fragilizaron tanto el desempeño del Estado, que sumieron la nación en la más burda miseria y llevaron a que el pueblo dominicano se convierta en el «Plan piloto» del inicio de las intervenciones directas llevadas a cabo por los estados unidos en las repúblicas del Caribe.
Luego de cruentas luchas llevadas a cabo por campesinos que lucharon hasta la muerte por no dejarse enajenar, El imperio norteamericano orquestó un mamotreto «democrático» que sumió la sociedad por más de 30 años en uno de los sistemas dictatoriales y retrogradas más cruento y sanguinario de América latina.
Apenas siete meses pasaron del primer intento democrático tras la muerte del sátrapa Trujillo, y un grupo de marionetas orquestó un golpe de Estado que rompió con el sistema progresista que con mucha sangre se había instaurado hasta el momento.
Fueron muchos los dominicanos que perdieron la vida, luchando tanto con poderes internos como a lo externo, en busca de que se restaurara la constitucionalidad con la vuelta del gobierno democrático y de la constitución progresista que regía las riendas del país en el momento del golpe, pero se impuso el sector que como siempre ha logrado imponer un sistema que solo les beneficia a ellos y en nada al colectivo.
En nuestra historia contemporánea la sociedad ha visto como aunque se ha hecho intentos y esfuerzos en diversas ocasiones, tal como una herencia los intereses individuales siempre han imperado por encima de la colectividad.
En la actualidad nuestros gobernantes aunque han llevado a cabo algunas acciones en beneficio de la sociedad, se han acomodado al día a día de un sistema que como observamos a la hora de hacer un recorrido histórico nunca ha buscado el beneficio colectivo.
El autor es periodista.