Por Ricardo Bustos
A veces sin darnos cuenta, nos convertimos en ciudadanos del mundo y no por ser especiales sino porque la vida nos llevó a habitar una bendita tierra que, convertida en hermosa comarca, debería unirnos mas a todos los que por costumbres, hábitos y cercanía, comulgamos con los mismos ideales de paz y confraternidad.
Obviamente, el prólogo de la presente reflexión es un deseo, un sentimiento para tratar de lograr algo que hasta el día de hoy no vemos en los papeles o en la realidad cotidiana de los ciudadanos que vivimos en países diferentes estando tan cerca unos de otros y en donde por la misma cercanía, existen lazos de sangre, imposibles de separar.
En mi caso, vivo a una hora de Brasil y diez minutos de Paraguay, pero resulta casi imposible tratar de cruzar las fronteras, sin perder como mínimo de 2 a 3 horas en la Aduana porque tanto de ida como al regreso, aunque no compre nada, debo hacer la «cola» para presentar toda la documentación en las cabinas que se encuentran instaladas para tal fin.
Si bien es cierto que el personal hace todo lo que puede para agilizar los trámites, el sistema no se lo permite y entonces además de la espera, debemos muchas, veces aguardar que los inspectores controlen a algún viajero porque se supone que ha ingresado de manera «ilegal» productos que en nuestro país (y no sabemos cual es la razón) debemos abonar el doble o el triple.
He visto argentinos que van a Paraguay para comprar la cubierta para su vehículo, la misma marca que se fabrica en Argentina y abonarla casi a mitad de precio.
El combustible en Brasil, al cambio en reales, cuesta 18 pesos la nafta «premium» el litro y en mi pueblo misionero 22.90 y otro tanto ocurre en Paraguay, al que los que viven cerca viajan para llenar el tanque.
Pero como si todo esto fuera poco, como muestra ahora se está poniendo de moda viajar a Chile y realizar compras de todo tipo, los mismos artículos que aquí se venden en los comercios de nuestras zonas. Un televisor de última generación que se consigue aquí a 18.000 pesos, en Chile cuesta 8 o 9 mil pesos, pero claro, las colas para cruzar al país trasandino son de 10 kilómetros y eso, como es lógico produce fastidio.
En síntesis, la pregunta lógica para este humilde lector es ¿para que sirve el Mercosur?. No estamos integrados con nuestros vecinos y si hablamos de turismo las tarifas que nos ofrecen en Brasil o Paraguay son muy tentadoras y con mejores servicios porque al turista se lo atiende bien para que vuelva pronto.
Días pasados y por razones de un control de salud, consulté a un hotel de «media estrella» en una de nuestras provincias vecinas «litoraleñas» y me pidieron para matrimonio $ 780 la noche. De esta manera, cuando hablamos de competencia y culpamos a los gobiernos porque no toman medidas, nos estamos tapando un ojo y contamos el dinero con el garfio.
Hay algo que el comerciante argentino no termina de entender. Cuando una nación está en crisis como la nuestra, se debe arriesgar bajando las tarifas y aumentar la demanda y de esa manera atraer a los potenciales clientes con precios mas coherentes, entonces por lógica, la cantidad sin perder la calidad, se verá reflejada la ganancia.
Ya nos están mostrando en los noticieros las tarifas para los centros turísticos de veraneo y la verdad es que mas que asombro produce enojo. He vivido muchos años en Mar del Plata y la historia se repite todos los años. Cuando comienza la temporada, las inmobiliarias y los propietarios ponen precio a un producto que no saben si van a poder vender porque el poder adquisitivo del argentino medio, que en la realidad mueve la economía, no está en sintonía con los deseos desmedidos de quienes ofrecen sus departamentos y hoteles.
No pretendo una moneda única, pero si criterios unificados que tengan en cuenta hasta donde se puede estirar la cuerda a la hora de emprender un comercio porque de lo contrario todo termina como siempre, cuando llega la primer quincena de febrero y ya no quedan turistas porque el dinero solo les alcanza para una semana de descanso y después quedan los carteles de «se alquila» como un homenaje a la insensatez de quienes por salvarse en un mes, pierden un negocio para todo el año.
El Mercosur o Unasur y los Parlamentarios al Mercosur, no sirven para que los ciudadanos tengan la posibilidad de integrarse y en esto la política tiene mucho para ver, escuchar y actuar en consecuencia, de lo contrario quedará en el recuerdo como un «sello» que alguna vez dio de comer a una «manga» de vagos que, amparados en un cargo ficticio, lucraron con los dineros de los respectivos Estados.
“Los cinco dedos separados son cinco unidades independientes. Ciérralos y el puño multiplica la fuerza. Ésta es la organización”, James Cash Penney.
El autor es: Locutor Nacional-Comunicador.
Capiovi Misiones, Argentina
DNI 7788556