Por Orlando Jorge Mera
“El personalismo y la falta de disciplina han hecho metástasis en el PLD donde el dinero lo ha corrompido todo”, Temístocles Montás.
“Lo que hemos sido es irresponsables por no auspiciar el sometimiento de esos peledeístas sindicados de corruptos”, Reinaldo Pared.
Cuando un partido lo controla todo pierde la perspectiva de la realidad. En 2010, el presidente Leonel Fernández hizo un diseño constitucional con el propósito de blindar el ejercicio del poder. Tres años antes, Fernández derrotó al entonces pre-candidato presidencial Danilo Medina, quien a la víspera de su revés, denunció que le había ganado el Estado.
Dos años después de que Fernández hiciera el traje constitucional, Medina ganó las elecciones con el uso de los recursos del Estado. En 2015, Medina le aplicó a Fernández su propia medicina, e impuso la reelección con un alto costo para el país y su ya secuestrada democracia.
Mientras todo lo anterior sucedía, la mayoría de los dominicanos fueron testigos de la opulencia de funcionarios que exhiben una injustificada acumulación de riqueza en gobiernos que se decían que eran ejemplo de transparencia y ética, cuando en realidad, en 20 años del PLD, el gobierno ha reprobado todas las materias relacionadas con transparencia y sanción a la corrupción. La impunidad está a la orden del día.
Denuncia tras denuncia, incluyendo diferentes casos que involucraban a importantes directivos del PLD, todos fueron beneficiados por el diseño constitucional del 2010. Impunidad blindada impidió que la corrupción fuese sancionada. Por ello, resulta que los mismos que hoy reclaman que no hicieron lo que ahora exigen que se haga, son los mismos que forman parte del traje constitucional que protege la impunidad.
Todavía se recuerda la afirmación de Franklin Almeyda de que “el país se divide en dos clases de personas: los peledeístas y los corruptos”.
Hoy, el país ocupa el octavo lugar como país más corrupto del mundo, según Foro Económico Mundial. Los restos de Juan Bosch deben moverse en su tumba. Qué vergüenza. Sin dudas, urge erradicar la impunidad y sancionar la corrupción. Para ello, hay que recuperar el equlibrio y la separación de los poderes, con la despolitización de los órganos electorales y las Altas Cortes, y paralelamente, regenerar la democracia.