Por Narciso Isa Conde
La competencia Trump-Clinton es una riña electorera entre dos opciones de la peor calaña, ambas instrumentalizadas por un capitalismo y un sistema político en descomposición.
A Trump muchos medios y opinadores lo presentan como el único malo de la película: el “locazo” que pone en riesgo al planeta.
Cierto que es asquerosamente racista, xenófobo y machista, anti-emigrantes, lumpen-empresario, evasor de impuestos, superficial e ignorante.
Su “fuerte” es que se sale del desacreditado patrón político tradicional, luce espontáneo hasta la desfachatez simpática a una “masa estupidizada” y saca dividendos demandando la restauración de la dictadura absoluta de los blancos, criticando la corrupción partidocrática y el paternalismo económico para con sus aliados de la OTAN, evocando el “emprendedurismo” comercial e industrial de aquellos tiempos y condenando las secuelas endógenas empobrecedoras de la usura y exportación de capitales y empresas.
La “onda” y el peinado engomado a lo Elvis Presley y Tony Curtis denuncia su congelamiento cultural en compañía de su apasionada militancia a favor del retorno de un pasado proteccionista enterrado por la globalización neoliberal y la crisis de la civilización burguesa; retorno que ahora caotizaría el sistema, aunque momentáneamente prometerlo le genere un respaldo que podría granjearle una pírrica victoria electoral en medio de una enorme abstención.
Su odio hacia los latino-caribeños es medular, pero evidentemente carece de posibilidades de erradicar y/o disminuir ese fenómeno migratorio intrínseco al “desarrollo desigual” y a la concentración y sobre-explotación del capital. Amén del impacto del record del Partido Demócrata reprimiéndolo a pesar de una retórica hipócrita.
Trump no es la mayor amenaza de guerra nuclear o de ampliación de la guerra infinita promovida por EEUU. No es el candidato más vinculado al Complejo Financiero-Militar que está a cargo de ese negocio, ni el más presto a meter a esa súper-potencia en mayores confrontaciones bélicas con Rusia y China, y en nuestra América.
Más bien luce inclinado a entenderse con Putin y China Popular, con evidente apoyo de generales influyentes; mientras la Clinton actúa en dirección contraria y exhibe una persistente carrera guerrerista, celebrando el horror contra Libia-Kadhafi, Palestina, Irak, Afganitan, Siria… la conspiración contra Venezuela, lo peor en Colombia, los golpes en Honduras y el Continente, inmersa en la podredumbre de la elite que administra ese Súper-estado.
Ante esa disyuntiva me declaro contra ambas opciones, distante de los pros Trump y pros Clinton del patio y ultramar, a favor de la mayoría estadounidense que derrotará a los dos y a sus semejantes.