Por María Celsa Rodríguez
En política la realidad esta compuesta de acciones humanas pero también de opiniones, de discursos, de esta manera se entreteje la ejecutabilidad que regula el posibilismo de las políticas públicas.
Así el pluralismo que diseña la democracia se enreda en las telarañas de viejos términos repetidos sin un ápice de razonamiento.
Y los conjuntos sociales que actúan en un momento determinado no existen por sí mismos, son construcciones presionadas y movilizadas por los actores que los integran, y por los personajes que los identifican. Asumiendo acciones directivas y voluntades imperativas que se desarrollan de forma autónoma con sus propias reglas y diagramando su propio juego
Los acontecimientos que se suceden marcan los resultados de las acciones de los comportamientos individuales frente a los grupos de presión. Mientras los ciudadanos siguen haciendo un eco de sus viejos errores, votando a los mismos que en el pasado destruyeron su presente, para continuar siendo más pobre que en el pasado.
Hay por otro lado una disconformidad en la gente por la inacción del Estado, donde la desconfianza enciende la duda de que nada hará aquel por atender los problemas que nos preocupa como sociedad. El Estado solo está para cobrar impuestos y allí su eficiencia se muestra sin críticas, mientras la diligencia política busca tomar protagonismo en los medios y “estar para la foto” discutiendo banalidades en los programas de televisión, sin poder diseñar una sintonización con la realidad que vive la gente.
Ludwig von Mises, escribió: “La sociedad es el producto de la voluntad y de la acción y únicamente los hombres pueden querer y actuar […] El fundamento y origen de la cooperación social reside en el establecimiento de la paz y consiste en el reconocimiento mutuo del “estado de propiedad” y con ello la legislación y el aparato de la policía que asegura su conservación surgen de la posesión de los hechos establecidos por la fuerza”.
El Estado se sostiene de los impuestos que cobra al ciudadano pero cuando esa fuerza que ejerce sobre la propiedad de este es tan excesiva, tendrá sus consecuencias a largo plazo. Y si se trabaja en la construcción del crecimiento de un país, lentamente esta condicionando a todos a limitar su desarrollo y empobrecerse. Pero irónicamente, aun se aplaude de forma irracional las promesas de los políticos y el engaño de los gobernantes al creer que con mas impuestos y mas gastos públicos, más beneficios recibirá el ciudadano, cuando la realidad muestra lo contrario.
Bien lo explicó Yeliza Gonzalez Madriz, en su libro “Los Estados débiles. ¿Culpa de los gobiernos o de los ciudadanos?”:
“La viabilidad del Estado depende de que los acuerdos políticos – sociales afecten de forma homogénea, cierta y no arbitraria a todos los ciudadanos de un sociedad. Con ello se pretende decir que el Estado debe tratar con “igual consideración y respeto” la suerte de todos los ciudadanos, que no debería atender a una parte de ellos, abandonando las otras, ni que debería premiar a unos mientras castiga a otros, puesto que ellos generaría un gran perjuicio al introducir la sedición y la discordia a la sociedad”.
Algo que ha pasado y está pasando en la Argentina. “Y es como señala Serna, «regalar algo» a un individuo cuando necesariamente no se lo merece, mientras que se priva de ello a otro individuo, se hace justicia a un grupo genérico, pero se inflige una injusticia a un individuo concreto.(Serna 2009: 1093).
Tratar a todos con “igual consideración”, no significa exigir que todos los ciudadanos sean iguales, sobre todo en termino de riqueza y propiedad, sino que tenga iguales oportunidades para que lleguen a hacer algo en la vida y no la desperdicien (Dworkin 2003, 11-15). Por tanto, cuando se trata de la acción del Estado para con los suministros de unos bienes y servicios públicos para satisfacer necesidades humanas básicas, se entiende que dicha acción debería estar vinculada con la aplicación del principio “a cada uno según sus necesidades”, con lo cual el reparto se realizaría a todos solo por la mera posesión de la condición humana y con independencia de los méritos”.
Así las acciones y decisiones de los gobiernos no pueden ser “discrecionales, ni arbitrarias, ni tampoco producto del azar y de la improvisación”, debe cuidarse el interés de todos, sin privilegios ni favoritismos, no para uno en desventaja o indiferencia para otros.
Pero ¿porque se debilita el Estado?
Múltiples son las causas que pueden debilitar al Estado: como razones sociales, económicas, geográficas, históricas, de recursos, políticas y humanas. Y cada gobierno es único y su momento histórico presente es el que lo mantiene en esa vulnerabilidad que puede incrementar su debilidad determinando que el tablero de mando se ilumine e indique el éxito, el fracaso, el colapso, la desidia o el desorden.
Muchas de esas causas pueden conducir a los gobernantes a manejar sus gobiernos como un feudo propio, alejándose de los principios republicanos y olvidándose de los principios constitucionales, y esto se debe a la “falta de corresponsabilidad social y ciudadana que delega al Estado una cantidad de tareas que deberá asumir con la consecuente sobrecarga de funciones por parte de este”.
Por lo tanto es necesario “evaluar la viabilidad y sostenibilidad de las fuentes de ingresos, ajustar y sincerar los ingresos disponibles y mantener una sana contabilidad y deberes al asumir los gobernantes”.
El diseño de políticas rápidas que solo se puedan cumplir en uno o dos mandatos, no funcionan, se necesita pensar en un país a largo plazo. Si bien no podemos retocar los fracasos del pasado pero si podemos hacer los cambios que necesitamos en el presente, para construir un futuro distinto. Para eso se necesita transmitir confianza y credibilidad a los ciudadanos, esos mismos que hoy ven con temor que no pueden llegar a fin de mes, mientras ese Estado le exprime los bolsillos.