Por Guillermo Cifuentes
“¿quedará aletargado e inmóvil este mundo? ¿o será que empezó el tomo segundo?”, Mario Benedetti
No es posible arrancar el 2017 sin dedicarle toda la atención al irritante, escandaloso y vergonzante suceso que constituye el reconocimiento de la constructora brasileña Odebrecht de que sobornaron a intermediarios, funcionarios y políticos de diez países de América. Nos dijeron en nuestra cara lo que piensan de nosotros y lo que costamos, debidamente asociados con algunos políticos brasileños (“no con todos los políticos brasileños”). Ante este drama continental lo menos que se puede tener de entrada es asco.
Quienes han opinado (los peores se quedan callados) tienen razón y razones, y sus respuestas completan una gama amplia y plural inevitable para entender el fenómeno de la corrupción.
En esa amplia gama, importan los que piden investigaciones y mucho más los que las hacen y hay que estar muy atentos a los que hacen solo bulto. Reconocer a los que llaman a cazar bribones y a los que con una ingenuidad casi infantil creen que esto será el fin de la injusticia y de la impunidad. Luego parece necesario hacer un poco de conciencia acerca de los silencios de tantos ex gladiadores de la transparencia que están acabando por comprobar que la transparencia no era el problema y aprenden a disfrutar de la opacidad de la memoria.
Todo va construyendo una realidad nueva en un marco también nuevo de cómo se gobierna, de cómo se hace política, de cómo se financia la política, de por qué se hace política.
Para espanto nuestro, según el reporte del Departamento de Justicia de los Estados Unidos ¡¡“Durante o entre 2001 y 2016, Odebrecht, junto a sus cómplices, consciente y deliberadamente conspiró y acordó con otros proveer corruptamente cientos de millones de dólares en pagos y otros objetos de valor a y para el beneficio de funcionarios oficiales extranjeros, partidos políticos extranjeros, miembros de partidos políticos extranjeros y candidatos políticos extranjeros para asegurar una indebida ventaja e influenciar a esos funcionarios extranjeros, partidos políticos extranjeros y candidatos políticos extranjeros a fin de obtener y retener negocios en varios países alrededor del mundo”!!
Todos esos funcionarios, partidos y candidatos son bandidos que, de traje blanco o negro, al asumir sus cargos juraron defender las constituciones y las leyes de nuestros países.
Un alto funcionario de uno los países de la lista, proveniente de la sociedad civil, afirmó que el caso está cerrado y que si alguien no dice los nombres no se podrá conocer a los culpables. La cita no es textual, pero interesa destacar el hecho de que en sus declaraciones no manifiesta ninguna intención de investigar, distinto a Panamá o Perú, por ejemplo. La estatura le alcanza hasta los “Tres brazos”, nunca para 92 millones de dólares.
Y para ponerle la tapa al pomo, el regalo que nos dejaron de fin de año los sumos sacerdotes y sacerdotisas, popularmente conocidos como “analistas”, fue despacharse sentencias patrióticas latinoamericanistas del calibre de “Conociendo lo que siempre ha pasado, ahora tampoco no va a pasar nada”. Así confirman que los conservadores, y hasta reaccionarios bien mandados y pagados, no son solo aquellos que se oponen a la despenalización de la interrupción del embarazo por las tres causales. Para facilitar el mantenimiento de la impunidad estos y estas permanentes voceras del poder político se desatan con generalidades que terminan protegiendo a los responsables.
Metiendo a todos en el mismo saco dispersan responsabilidad y culpan a indiscutibles inocentes. Llevan años repitiendo el verso de que:
“Todos los partidos y todos los políticos son responsables”.
Cualquier persona que sepa leer y escribir, sin doctorado incluso, sabe que no son todos, ni en América, ni en República Dominicana. A quienes deben tomarse en serio el trabajo de higiene les haría muy bien olvidarse del “todos” pues, además del engaño que lleva implícita tal generalización, el resultado buscado por quienes promueven esa idea es que no se descubra a nadie.
La búsqueda ya comenzó en algunos países y, naturalmente, va a demorar un poco más en otros donde según el calendario de sobornos hecho público por Odebrecht (2001-2016), los sobornados están todavía en el gobierno. A la luz de este escándalo deberíamos hacer el ejercicio de buscar explicaciones que conduzcan a los cambios políticos que nuestros países necesitan.
La imposición sin contrapeso de la ideología neoliberal instaló en América la idea de que los políticos deben “acercarse” a los empresarios, ejemplo luctuoso de los socialistas españoles y que terminó con los “servidores públicos” en los directorios de empresas y con los directores de empresas como “servidores públicos”. La “puerta giratoria” le llamaron y fue ejemplar la rapidez con que estos pinganillas un día pagaban los sobornos y a la semana siguiente eran quienes lo recibían. Se hizo común leer biografías donde el sujeto se define como: “Político y empresario”, eso a lo único que conduce es a intuir un aumento de la población de Miami.
Esta desolación que se extiende por diez países de Latinoamérica, en donde ha quedado evidenciado que quienes toman decisiones lo hacen motivados por el dinero que les paga una empresa constructora, se mantendrá mientras permanezca la idea de que el mercado debe remplazar a la política, haciendo del Estado una organización precaria donde el crimen termina imponiéndose en diversas versiones (sobornos, tráfico de drogas, estafas bancarias, ejecuciones, inseguridad ciudadana, etc.). Y hablo de desolación porque se trata de países en los que el amor a la patria, la solidaridad y la justicia social se han convertido en mercancías devaluadas y en donde para empezar a recuperar la esperanza habrá que empezar por un gran grito en la voz:
¡Dejen de robar!
cifuentes.guillermo@gmail.com