Por Ricardo Bustos
Japón, es el país que más respeto y veneración tiene por sus ancianos. De hecho cuenta con un día festivo, denominado Día del Respeto a los adultos mayores (Keiro- No Hi). Ese día se pretende honrar a los ancianos japoneses y sensibilizar a la población sobre todo a los más jóvenes sobre la importancia de la experiencia de estas personas, que han servido a la sociedad durante muchos años.
Los japoneses muestran un gran respeto por sus mayores como constructores de la sociedad sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial. Esa veneración no suele ser muy habitual en los países occidentales mientras que para los japoneses el Keiro no Hi, es una festividad muy importante en su cultura. Se trata de un día cargado de significado y mensaje para las nuevas generaciones, a las que se les transmite la importancia del respeto a los adultos mayores, en vez del rechazo típico que sufre la tercera edad en las sociedades occidentales.
Fernanda Jara, es periodista de Infobae y, a juzgar por su investigación sobre los Geriátricos y las condiciones de vida de los adultos mayores, muestra su alto grado de sensibilidad a favor de un cambio en el comportamiento de quienes lucran con los “depósitos de viejos”, escondidos tras un cartel o hermoso frente de alguna vieja vivienda abandonada, casi siempre con la complicidad o la “vista gorda” de algún familiar interesado.
En mi ciudad de nacimiento, La Plata, según el informe que sobre los mal llamados “institutos geriátricos” desarrolló Peter Lloyd Sherlock, investigador de la Universidad de East Anglia y uno de los referentes británicos en temas relacionados con la tercera edad, develó que, sobre 30 “asilos” (de un total de 60 legales) visitados, la mayoría se encuentran en un estado “lamentable” y por lógica los abuelos que habitan esos centros, padecen fuertes depresiones con el consiguiente deterioro en su estado de salud.
Quienes participaron del relevamiento (dos mujeres que mantuvieron su anonimato) contaron la triste experiencia que les ha tocado vivir en persona. Según los relatos de las damas en cuestión, algunos de los geriátricos parecían “depósitos de viejos”. Cruel relato de lo experimentado en la investigación anónima.
Según la periodista, el objetivo era develar si se respetaban los derechos de los adultos mayores en La Plata, aunque obviamente si esto lo trasladamos a cualquier rincón del país, veremos cierta similitud en el comportamiento de los titulares o responsables de esos centros que están muy lejos de la recuperación de nuestros mayores.
La descripción de lo que vio una de las dos mujeres es digno de una película de terror:
“lugares oscuros, fríos, con nada de verde, habitaciones donde conviven hasta 15 personas, muchas de ellas dopadas y obligadas a usar pañales, pese a que llegaron valiéndose por si mismas, sin personal de salud disponible las 24 horas, (solo viene un médico si es necesario) sin actividades y sin nada que hacer y dejar que las horas pasen. Vi personas que estaban sentadas, mirando la nada, cuando pedí ver las habitaciones, simplemente abrían las puertas, sin golpear, sin respetar la intimidad de la persona. En una de las recorridas, llegue a las 2 de la tarde y cuando abrieron la puerta vi una habitación oscura, inmediatamente hice la lectura que los abuelos adentro estaban dopados. No vi en ninguno de los 30 geriátricos visitados, actividades de rehabilitación ni había una sala para tal fin”.
Una de las dos damas que recorrieron los geriátricos, explicó que “una de las consignas que tenía, era preguntar si era necesario el consentimiento de la persona a internar si estaba lúcida y la totalidad de los responsables de los 30 centros, dijeron que no, solo bastaba la firma de un familiar que demuestre poder correr con los gastos”. En síntesis, decían que no era necesario. No consideraban la voluntad de la persona mayor.
Del relato de la periodista Fernanda Jara, surge que la mayoría de los geriátricos cobran (según los servicios que prestan) entre $20,000 y $ 40,000 por mes, y aunque publiquen en sus páginas que son de categoría 5 estrellas, distan mucho de encuadrarse en esa categoría porque tampoco cumplen con los requisitos básicos con los que deberían contar los espacios donde conviven adultos mayores.
Una de las mujeres que recorrió los geriátricos, al regresar a su casa les pidió a sus hijos, que por favor nunca la dejen en un lugar así. Es como estar esperando la muerte.
Según el relato de “Teresita” (por ponerle un nombre) quien es acompañante de adultos mayores desde hace 15 años, “lo peor de todo es el trato que se les da. Estoy acostumbrada a estar con gente mayor, pero en algunos lugares que visité, se los deja solos, como esperando la muerte (…). En los sitios que ingresé, no vi acompañantes” y corresponde que haya gente especializada las 24 horas porque cuando llegan ahí es porque necesitan cuidados, aunque también llegan porque los abandonan sus familias.
Para este humilde lector, quien ha vivido demasiado como para no saber en qué cosas anda la gente, es fácil comprender que a cierta edad necesitamos mucho más de los demás que aquello que podemos ofrecer. Todos iremos al mismo lugar algún día, de nosotros depende como seremos recibidos cuando llegue el momento.
Para la gente joven o medianamente joven que siempre encuentra alguna excusa para quitarse de encima a los adultos mayores cuando ya representan una molestia, el mensaje sería muy claro:
La vida se va, el tiempo transcurre inexorablemente y nos va quitando todo aquello que consideramos de valor, cuando la realidad pasa por otro lado.
La historia cuenta que “una madre pudo criar y educar a sus 8 hijos y al final de sus días, esos 8 hijos, no pudieron cuidar de su madre”.
“Una bella ancianidad es, ordinariamente, la recompensa de una bella vida”. Pitágoras de Samos. (582 AC-497 AC), filósofo y matemático griego.
El autor es: Locutor Nacional-Comunicador.
Capiovi Misiones, Argentina
DNI 7788556