Por Leopoldo Blanco
Despertarme muy temprano en la mañana ha sido una constante en mi vida, quizás por genética o quien sabe por cual razón; es en ese momento tranquilo del día en que quizás puedo ver con más claridad mi micro mundo y como este está condicionado por el entorno que me rodea.
Hoy, al igual que en las últimas semanas, me viene asaltando la vergüenza, la vergüenza de sentirme culpable de formar parte de una comunidad poco agradecida e indolente. Una comunidad que se está tornando insensible a la desgracia ajena, a la desgracia de un pueblo hermano acogotado por la violencia y el rapaz oportunismo de una dictadura que no conoce límites para querer preservar su rudo sistema de gobierno en base a la fuerza militar y a la ignorancia rampante de unos tristes personajes nacidos y crecidos a la sombra del “chavismo”, de la “revolución del siglo XXI”, del comunismo trasnochado y desfasado, dando peligrosos coletazos en el camino hacia su desaparición, esta vez para siempre.
Los medios nos traen a diario los tristes episodios de trágica represión a un pueblo que lucha con una sola meta: la búsqueda de la libertad perdida y el reencuentro con su democracia, ambos conceptos incompatibles con la cabeza llena de virutas oxidadas de los personajes que constituyen esa ganga de facinerosos que hoy tiene secuestrada a Venezuela, evocando en nuestros días aquel terriblemente inhumano ambiente descrito por Alexander Solzhenitsyn, en su libro Archipiélago de Gulag.
Toda una tradición de libertades tirada por la borda con el pretexto de un ambiguo populismo destructor de las riquezas de ese generoso país intentando re evocar de una manera tosca y montado sobre millones de barriles de petróleo la utopía de la revolución de octubre.
Hugo Chávez, apalancándose en la opaca tradición del poder militar que lamentablemente existe en Venezuela y como partícipe de ella, logra montarse en las ansias populares de las multitudes irredentas y se desenvuelve en esos menesteres alienantes como surfista sobre la ola, al punto de que, para su perpetuación en el poder fue capaz de establecer y hacer funcionar una degradante alianza estratégica con los funestos hermanos Castro, otra casta de personajes de opereta que han logrado, a lo largo de casi seis décadas, su permanencia en el poder al amparo de esa malformación encefálica que hace borrosa la visión a fuerza de sangre y fuego.
Nicolás Maduro, es una copia al carbón de aquel triste personaje de opereta que supo manipular a su antojo esas ansias irredentas y no solo logró armar un esquema geopolítico que le permitió establecerse como un “condottiero” guasón de Latinoamérica en base al petróleo propiedad de todos los venezolanos pero que él hizo creer como que era “el petróleo de Chávez”: los dominicanos caímos en esa trampa y nos tuvo amordazados por mucho tiempo en base al chantaje de esa deuda concesional de conveniencia muy dudosa y diciéndonos que esta isla era muy querida por él por los “grandes momentos felices” que aquí pasó y ya sabemos de cuales alegres andanzas montaraces se trataba cuando venía por aquí en sus tiempos de militar joven.
Ya hace un buen rato que no existe ningún motivo para sentir temor por ese chantaje y, en correspondencia, hace un buen rato también que debimos habernos alejado de esa supuesta abominable daga pendiente.
Pero ¡no!, todavía nos atenaza un chantaje subliminal cuyo componente se explota con mucho arte y es el de que, supuestamente, si se deja de ser solidario con Nicolás Maduro, ello significa en convertirse en “aliado del imperialismo”, otra afirmación estereotipada de los que se dicen ser comunistas.
Las islas del Caribe, con República Dominicana, a la cabeza se encuentran en esa encrucijada, escondidos instrumentalmente los dominicanos detrás de una verdad como lo es la que pone a nuestro país como víctima real de más de una ocupación militar norteamericana, por tanto, hay que seguir apoyando al tragicómico Nicolás, junto con Ortega el de Nicaragua, Castro el de Cuba, Sánchez Serén el de El Salvador (aquel de las Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí y que vino aquí en ocasión de la cumbre del CELAC para querer poner a Chávez y Fidel como paradigmas a seguir…) y Evo, el de Bolivia, junto a algunos otros borreguitos de las islas del Caribe.
Decía al comenzar esta cuartilla que en las horas de la madrugada veo las cosas con algo más de claridad y hoy, justo después de levantarme, quisiera comprender la actitud oficial de nuestro Gobierno ante la tragedia del pueblo venezolano pero no lo logro.
Sin calificar esta actitud quisiera que alguien, quizás el responsable de la política exterior, nos explique la razón de esta criticable posición dando por sentado que soy un ignorante en asuntos políticos y mucho más de geopolítica, no alcanzando a comprender muchas cosas.
Para concluir quisiera sugerir al lector que lea, en la edición del 21 julio pp. del diario español El País/edición América, sección opinión/tribuna, un artículo a la firma de Joaquín Villalobos, aquel ex guerrillero salvadoreño del FPL, compañero del irredento presidente Sánchez Cerén.
Es posible que esa lectura pudiese amplificar mi evidente capacidad de comprensión en algunos temas como queda explícita en los párrafos anteriores.
Imagen: Venezolanos buscan comida en la basura