Por Ricardo Bustos
Cuando tengo la posibilidad de dialogar con los jóvenes, les sugiero que lean y vuelvan a leer, que estudien un poco de historia para saber de donde vinieron sus mayores y en que condiciones llegaron a la Argentina, en caso de ser inmigrantes. Es bueno que por un instante dejan de lado los celulares y sus mensajes de texto, para nutrir al cerebro y comenzar a desarrollar el intelecto con otras posibilidades y comprender que para progresar en la vida hace falta esfuerzo y compromiso.
En la década de 1990, las editoriales todavía ponían énfasis en divulgar la cultura por medio de la historia, aún las revistas que para muchos solo representaban a la alta sociedad o el espectáculo y la política.
Editorial Atlántida, publicó una serie de fascículos que venían con el ejemplar semanal de la Revista Gente, titulados «Gente testigo del siglo». En el fascículo 14 de la serie, se mencionaba a los 14 hombres inolvidables y no hizo falta cambiar de páginas para encontrar interés en la lectura porque cada uno de los personajes, dejaron huellas abiertas en el camino que nos llevó a ser el gran país que hoy disfrutamos.
Los inmigrantes, «pequeños nombres, grandes hombres», los que huyeron de las guerras, las hambrunas y las persecuciones europeas hacia una tierra desconocida. Le llamaban «La América» a nuestro suelo. A pesar de las lágrimas derramadas por el desarraigo (mi abuela se fué de este mundo sin poder volver a ver a una hermana que quedó en Santa Catarina Brasil), construyeron un nuevo mundo en el lugar que les tocó comenzar una nueva vida.
Los inmigrantes no vinieron en jet de última generación con azafata, los grandes barcos de pasajeros, tenían asignados pisos y camarotes para tres clases sociales y la mayoría de nuestros mayores viajaban en la tercera de ellas, es decir en el piso, como podían.
Españoles, italianos, árabes, judíos, daneses, polacos, ucranianos, alemanes, rusos, armenios, estaban en la misma situación. Algunos quedaron en la Capital de los argentinos, ocupando conventillos y otros, la mayoría, aceptaron el ofrecimiento del Estado para instalarse en el interior del país. Los que después conocimos como «gauchos judíos», se afincaron en la provincia de Entre Rios, específicamente en una comarca a la que dieron en llamar «Moisesville» .El nombre original propuesto para la localidad fue Kiryat Moshe, que en hebreo significa Pueblo de Moisés, pero el agente de tierras de la época, lo registró traduciendo al francés Moïsesville, que más tarde se castellanizó a Moisés Ville. Varias ciudades y pueblos del interior en diferentes provincias se formaron con inmigrantes de diferentes nacionalidades, convirtiendo a la Argentina, en uno de los pocos territorios del mundo donde podían convivir ciudadanos de diversos credos o religiones, desarrollando armoniosamente sus quehaceres habituales de la localidad, entre ellos, la Escuela o Cooperativas de luz, agua o agrícola ganaderas.
El litoral y especialmente la provincia de Misiones, en la actualidad puede mostrar a la sociedad en su conjunto que la recorra, el resultado de la presencia migratoria y la pertenencia con sus orígenes, pero sobre todo, el amor a la tierra que les abrió las puertas y a quien honran cada día. Oberá, es una hermosa ciudad sobre la ruta nacional 14, donde una vez al año la mayoría de sus pobladores se prepara para llevar adelante uno de los eventos mas importantes de las colectividades: La fiesta del inmigrante. Similares encuentros se realizan en diferentes localidades del país.
Un caso emblemático de esos millones de inmigrantes es el de Eugenia Sacerdote de Lustig, quien con 26 años, llegó desde Turín, su Italia natal, huyendo del fascismo en el año 1939. Cuenta que «la llegada al puerto de Buenos Aires, fué muy confusa. Estaba atestado de gente que recién llegaba de otros países y los que esperaban para recibirlos. Nadie sabía hacia donde ir ni que se podía hacer. Otro idioma, otras costumbres. A pesar de las grandes dificultades supimos hacernos un espacio en un país que nos dió a los inmigrantes la posibilidad de construir nuestras vidas cuando sentíamos que ya estaba todo perdido».
En 1929, había comenzado a estudiar medicina en Italia, algo que para una mujer era toda una aventura que iba contra las normas de la sociedad machista y lo hizo junto a su prima hermana Rita Levi Montalcini (premio Nobel de medicina en 1986) y otras dos mujeres. Su carrera fue dificultosa, aun así quedó seleccionada junto con tres personas más como ayudante de la cátedra de histología en la Universidad de Turín, por el profesor Giuseppe Levi.
En 1939, llegó a la Argentina y comenzó a estudiar en la Universidad de Buenos Aires (UBA) en la cátedra de Histología. Al producirse la epidemia de poliomielitis fue enviada por la Organización Mundial de la Salud a los Estados Unidos, para interiorizarse sobre el trabajo del profesor Jonas Salk ( Jonas Edward Salk fue un investigador médico y virólogo estadounidense, principalmente reconocido por su descubrimiento y desarrollo de la primera vacuna contra la poliomielitis segura y efectiva) Cuando retornó a la Argentina, se inoculó en público e hizo lo mismo con sus hijos para convencer a la población de los beneficios de la vacuna contra la poliomielitis.
Desde 1989, también investigó sobre la acción de los radicales libres y el estrés oxidativo en pacientes vivos de Alzheimer, demencia vascular y Parkinson, ampliando los conocimientos básicos de las enfermedades neurológicas. Fue investigadora del CONICET y jefa de Virología del Instituto Malbrán. Estudió por más de 40 años las células tumorales en el Instituto de Oncología Ángel H. Roffo y con más de 80 años siguió trabajando en el laboratorio, dejando de hacerlo cuando la ceguera le impidió continuar observando por el microscopio. Falleció a los 101 años.
Esta breve reseña y homenaje a las mujeres y hombres que nos dieron vida en esta bendita tierra, nos hace reflexionar sobre los cambios que han introducido las nuevas generaciones de inmigrantes, quienes arribaron a nuestra patria, con mas posibilidades, ayuda de los gobiernos, planes sociales, viviendas (en muchos casos), escuelas hospitales, transporte gratis para los menores, comedores en las escuelas y muchos beneficios que aquellos inmigrantes de comienzo de siglo 20, no tuvieron simplemente porque no existían.
Estos ejemplos, quizá nos permitan analizar fríamente que todo lo que se consigue fácil no se valora y lamentablemente, eso es lo que estamos viendo con las nuevas generaciones de inmigrantes. No es discriminación, solo se trata de valorar el sacrificio que hicieron unos y otros.
«La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar solo en nosotros mismos, nos convierte en insensibles al grito de los demás, nos hace vivir en pompas de jabón, que son bonitas, pero son inútiles, no son nada…”. SS Papa Francisco
El autor es: Locutor Nacional-Comunicador.
Capiovi Misiones, Argentina
DNI 7788556