Por Guillermo Cifuentes
“Vamos a andar, hundiendo al poderoso, alzando al perezoso, sumando a los demás”. Silvio Rodríguez
Que el horno no está para galletitas parece fuera de toda duda razonable. Este escribidor después de los últimos sucesos pasó por las tribulaciones y la extravagante duda de si no habría que sacar del anaquel de las novelas a “El Padrino” de Mario Puzo y ponerlo en el espacio dedicado a la Ciencia Política. Por suerte en eso llegó otro domingo verde a cumplir uno de los impactos no esperados de Marcha Verde, su efecto sanador y demostrativo. Para medir distancias se necesitan dos puntos: el pasado domingo todos supieron lo lejos que están los verdes de la OMSA y de sus cómplices activos y pasivos.
Está por verse cuánta responsabilidad tienen los verdes en las calles del país frente al fuerte lobby de la habilidad balagueriana -que tantos y tan malos resultados para el desarrollo político democrático de la República Dominicana exhibe- desatado para impedir los mínimos democráticos.
Sentencias como “Las primarias abiertas violan la Constitución” sin preguntarse ¿qué viola impedir que los partidos designen a dedo sus candidatos? ¿qué artículo de la Constitución se viola si los exponen al escrutinio ciudadano? ¿qué nombre le ponen estos adefesios del pasado a la idea de legislar solamente para los partidos que obtuvieron más del 5% en las últimas votaciones?
Lo que se está jugando no tiene nombre. A lo mejor sería bueno recordar que la historia avanza cargando reformas, cambios y hasta constituciones si es que éstas no responden adecuadamente al progreso y a nuevas correlaciones morales, políticas y sociales.
Si las primarias abiertas significan un avance respecto a la participación electoral, si implican una nueva relación entre los partidos y la ciudadanía, lo esperable sería que la discusión no se petrificara en el fariseísmo de “la Constitución dice…”. Habrá que comenzar a discutir acerca de lo que la Constitución debería decir. Escribo esto con el riesgo de que alguien lo tome en serio y aparezcan los peligrosos personajes de bonanza reciente, mejor conocidos como los “expertos constitucionalistas”. Felizmente se sabe que han sido vetados como asesores por los que para bien o para mal toman las decisiones.
Algo parecido ocurre respecto del financiamiento de la política. Los mismos que quieren primarias cerradas para ellos y organizadas por la Junta Central Electoral, quieren seguir repartiéndose los fondos públicos de manera absolutamente inconstitucional. Lo digo por aquello de la igualdad ante la ley. ¿Alguien ha hecho el cálculo de lo desigual que resulta la forma casi cantinflesca en que se reparten los recursos con que el Estado financia la política? Piense usted que lo justo sería – es lo que se usa en casi todas las democracias “fracasadas” del mundo, según los cabilderos locales- que se asigne un valor a cada voto y para determinar la cantidad de dinero que recibirá cada partido ese valor se multiplique por el número de votos obtenidos. La modalidad actual –es fácil hacer el ejercicio- otorga un valor inexplicablemente grotesco a los votos sacados por el PRD (1.0) y por el PRSC.
Si a las posturas acerca de las primarias abiertas (Familia Castaños Guzmán, Familia Castillo y FUNGLODE) se le suman las posturas acerca del financiamiento de la política que no cuestionan los criterios de asignación, sino la necesidad de transparencia y suman la alianza del PRM y el PRSC, obtenemos a casi todos los actores del “statu quo”. Su función es cuidar que el sistema de partidos se mantenga sin cambios por la vía de designar candidatos en modalidades inspiradas por el Partido Dominicano y además financiarlos de tal manera que se impida el surgimiento de alternativas políticas nuevas, novedosas y democráticas.
Sirvan estas líneas para explicarles a los siempre dispuestos a acabar con los “chiquitos” que en las opiniones de esos actores se encuentra buena parte de las explicaciones acerca del cómo se ha impedido el surgimiento y crecimiento de nuevos partidos -sin desconocer que pudieron haber cometido errores. Pero incluso esos errores han estado potenciados por lo que hemos denominado la barrera de seguridad de los partidos tradicionales: no participación ciudadana y mantención de la forma de financiamiento.
La consecuencia indiscutible es que junto a la mantención del sistema de partidos y sus características aparecen voces pidiendo “un sistema de partidos fuerte” cuando de lo que se trata es de un sistema de partidos compuesto por partidos democráticos.
Esto último lo anoto solo para apuntar un tema que desde mi punto de vista no puede seguir siendo ignorado: los arriba nombrados han asumido y asumen la defensa del Sistema Político tal cual lo conocemos. Quienes apuesten a los cambios deben comenzar a asumir que no se puede seguir con las letanías de poder judicial y cámara de cuentas independiente, fin al barrilito, etc. Es hora de asumir que es necesario discutir el sistema político no sólo desde el punto de vista de sus componentes y su forma de relacionarse, sino revelar el “espíritu” del sistema político. Ese simple ejercicio -y sin asustarse porque estamos en Halloween- hará que nos salte en la cara el mismísimo Trujillo, que personifica en su origen el conjunto de motivos predominantes en la actividad política dominicana muy bien seguida, sin confesarlo, por los sucesivos reeleccionistas y por aquellos que han querido pero no han podido.
cifuentes.guillermo@gmail.com