Por Juan Tomás Valenzuela
Viene un nieto de Trujillo
con un discurso bacano
y forma a un clan de marranos
que lo convierte en caudillo.
Aunque parezca sencillo
la realidá es diferente,
porque esta «bendita» gente,
(para no sonar vulgar)
lo que busca es un lugar
en donde clavar el diente.
Desde la primera vez
que asomó su clava el nieto,
le dio a Leyvin un proyecto
escrito con candidez,
donde, con desfachatez,
pretendía que un monumento,
mostrara a los 4 vientos
la grandeza del tirano,
que con sangre y ferrea mano
impuso su reglamento.
Gobernar con mano dura
promete el nieto e’ Trujillo,
como gobernó aquel pillo
en su horrible dictadura.
Aun nos queda la amargura
de 31 años de oprobio,
en esos que aquel microbio
robó y mató por doquier.
no respetó a la mujer,
ni a sus padres, ni a sus novios.
Ahora viene este soquete
con aires de intelectual,
queriendo recuperar
los bienes de su abuelete.
Y un grupito de alcahuetes
entre los que hay militares,
van por todos los lugares
proclamando a estas alturas,
que vuelva la dictadura
que generó tantos males.
Pretender que algún Trujillo
se floree en nuestros jardines,
es como que un Mussolini
vuelva a Italia cual caudillo.
Debe faltarle un tornillo
al nieto de ese asesino,
porque trillar el camino
con la impronta de su abuelo,
en un país donde el duelo
no ha cerrado el pergamino.
«El no debe ser juzgado
por los hechos de su abuelo»,
se comenta a contrapelo
de su nefasto pasado.
Pero es él que se ha empeñado
en exaltar su figura,
diciendo que es mano dura
lo que falta a este país,
como gobernó Lilis
y su abuelo caradura.
Aquí estamos condenados
a vivir nuestros errores,
si siguen lanzando flores
a los parias del pasado.
Trujillo fue superado,
que a nadie le quepa dudas,
y por ahí andan la viudas
de los muertos del tirano,
para que venga un gusano
a invocar la dictadura.
11 diciembre 2017