Por Ricardo Bustos
Hace seis años y viendo como cada día se nos iban muchas vidas jóvenes en accidentes de tránsito protagonizados por motociclistas, reflexionaba sobre los que consideraba motivos suficientes para adoptar medidas que conduzcan a evitar tanta pérdidas humanas, pero la realidad nos demuestra que nada ha cambiado.
La sociedad en su conjunto y los comportamientos exhibidos por el ser humano, toda vez que se hace dueño de una calle con sus vehículos, influenciado por la cultura, actitudes, emociones o el exceso de confianza en sí mismo y en muchos casos el consumo de alcohol y drogas, denota una falta de apego a la vida que asombra.
Las noticias que todos los días inundan las páginas de los Diarios y sitios de información, son una muestra evidente que ya no necesitamos un botón para muestra.
Hoy se viaja a mucha velocidad con o sin lluvia de día o de noche, con chicas embarazadas o bebes en las motos, sabiendo del peligro que representa ante cualquier accidente por mínimas que sean las consecuencias de una caída.
Los datos han dejado de ser crueles impactos, para convertirse en cifras de hechos cotidianos que, lamentablemente no cambian mucho en el accionar de los responsables de esos vehículos a los que convierten en armas mortales.
Un accidente con una moto, no es uno mas en el tránsito diario porque generalmente deja secuelas muy graves en el cuerpo, muchas veces para toda la vida.
Esta reflexión la podemos trasladar a cualquier parte del país, sin temor a equivocarnos, y agregando como sustento a la información un cúmulo de faltas graves que cometen los ciudadanos que se conducen en motocicletas, rodado que, de fábrica viene sólo para dos personas aunque para muchos se convierte en un ómnibus de larga distancia que además de trasladar a papá, mamá, dos o tres niños, las bolsas del supermercado y algún elemento más, ya que queda de paso para ir a casa, muchas veces transitan por rutas peligrosas provinciales o nacionales. Eso demuestra el desinterés de los protagonistas por cuidarse y cuidar lo más preciado, que es su familia.
Días pasados estuve parado en la vereda de una esquina que tenía habilitados sus semáforos correctamente y asombrado, observé la falta de respeto por el cumplimiento de las normas de tránsito de unos y otros con respecto al cumplimiento de las mismas, pues en su gran mayoría los conductores de motos y autos pasaban con luz roja sin importarles quién venía por la otra arteria, y como si fuera poco a gran velocidad.
La realidad nos muestra que primero llegamos a la motocicleta por economía y rapidez, creyendo que ir a un sitio en menos tiempo significa ir más ligero, y la verdad es que si se cumplen las normas de tránsito ello no es posible, porque todos debemos ir a la misma velocidad y por las mismas manos de circulación.
Quizá la inmadurez, cualquiera sea la edad del protagonista, hace que quien se conduce en esos vehículos sienta en su sangre la eterna juventud y por ello propietario de la vida eterna, sin darse cuenta de que la realidad es muy diferente y hay vidas en juego.
El autor es: Locutor Nacional-Comunicador.
Capiovi Misiones, Argentina
DNI 7788556