Por Juan Tomás Valenzuela
Un sicario detenido,
que es familia de el Ateo,
por poco me rompe un deo
por un infantil descuido.
Cuando era conducido
dentro de la fiscalía,
con toda la algarabía
que se dá en esos lugares,
me arrancó de los pulgares
una Nikon que no es mía.
Yo me quedé putrefacto
y con la cara de asombro,
fui a recoger los escombros,
ante este hecho tan nefasto.
No sé con quien es el pacto
que tienen los delincuentes,
pero andan libremente
dentro de la Fiscalía,
cometiendo felonías
contra personas decentes.
Asesinos depravados
con índice de violencia,
andan por la dependencia
como si fuera un feriado.
Ninguno llega esposado,
como debía ser la norma,
tal cual dicta la reforma
del Código Criminal,
que por descuido oficial
viola toditas las normas.
Y ahora yo, por pendejo,
debo hacer un maratón
pa’ comprar una Nikon,
aunque sea un modelo viejo.
No valieron los reflejos,
porque el sicario bandido
me sorprendió en un descuido
y me arrebató el equipo,
y yo solo dije: ¡Ei pipo!
y me quede entumecido.