Por Guillermo Cifuentes
“El análisis político, más que proponer un sentido, debe ser capaz de interpretar los sentidos en construcción y competencia”. I. Errejón Galván
Lo que se está discutiendo no son las primarias, eso está claro. En realidad, si ése fuera el tema sería motivo de satisfacción para quienes aspiran a la democracia, pero lamentablemente ni las formas ni los fondos dicen que lo que motiva la discusión es la aspiración democrática. Parece ser que está llegando la hora de decirnos la verdad, o lo que creemos que está ocurriendo en realidad.
Veamos, por ejemplo, las opiniones sobre la eliminación en la segunda lectura en el Senado del famoso párrafo II del artículo 42, hecho que ha sido denunciado como un asunto escalofriante por quienes se oponen a las primarias abiertas porque “son una imposición de un sector…”. Entonces, hablando en serio, veamos lo ocurrido alrededor de este tema: cuando se aprobó en primera lectura nadie celebró que el bendito párrafo estuviera en el proyecto de ley y ahora parecería que su simple existencia eliminaría las posibilidades de los fraudes que se anuncian con su eliminación; el griterío por la eliminación parece absolutamente torpe dado que la decisión del Senado de eliminarlo es comprensible. Decía el texto eliminado:
“La Junta Central Electoral, registrará el padrón de concurrentes para evitar que un elector pueda votar en las primarias abiertas y simultáneas por varios partidos, agrupaciones o movimientos políticos”.
Para que nadie vote dos veces es que existe el Padrón electoral, no el padrón de concurrentes y es suficiente que los ciudadanos estén inscritos una sola vez. Claro que si alguien va a votar con cédulas falsas el problema es otro y no lo resuelve el párrafo de marras estando o no estando en la ley.
En mi artículo de la semana pasada, a propósito del Párrafo II del artículo 42 escribí que “Es de vital importancia para el carácter democrático de las primarias que se establezcan procedimientos que impidan que un elector que milite en un partido pueda votar por candidatos de otro partido, allí está el secreto de una primaria que promueva la participación de la ciudadanía”.
Si se aspira a que las primarias abiertas sean parte del proceso electoral, lo que hay que evitar no es que los electores voten dos veces, el desafío consiste en que los militantes de un partido sólo puedan votar por los candidatos de su partido y la simultaneidad ayuda a que tal situación no se presente. Si le creemos, por ejemplo, a Eddy Olivares, ex integrante de la JCE, se supone que gracias a la calidad del Padrón electoral eso no ocurre nunca. Nadie va a mandar a votar por otro cuando necesita los votos para que ganen los candidatos propios.
Respecto a quienes en principio no vieron la infinita capacidad del párrafo eliminado pero pusieron el grito en el cielo cuando lo eliminaron, mejor sería que intentaran tratar de conseguir las mejores primarias posibles. Y es que pésele a quien le pese la democracia viene, “lento, pero viene”.
Debemos mirar también cuáles han sido las reacciones alrededor de otros temas del proyecto que va ahora a la Cámara de Diputados. Quizás simplemente todas las sospechas se comprueban con lo que ocurrió alrededor del financiamiento de los partidos y la forma en que se distribuirán los recursos públicos, pues lo que sí debiera ser preocupación de algunos de los “sectores” de la oposición es lo incorporado en segunda lectura por el Senado de darle el 80% de los recursos a los partidos con votación sobre el 5%, pero aquí los “sectores” son otros. A la hora de repartirse los cuartos los partidos tradicionales son uno solo y eso es resultado de la federación de “los cuatro” que sí saben de esto, mientras los otros 22 partidos permanecen callados esperando que algo llegue a la segunda mesa. Como se ve, este retroceso introducido en la segunda lectura y que mantendrá el actual sistema de partidos en su peor característica (no ser competitivo), no ha merecido ningún reclamo o anuncio apocalíptico. Aquí hay acuerdo: cada uno cuida lo suyo, lo mucho o lo poco.
Sume a este dislate, la solicitud de que los partidos que obtengan menos del 5% no estén obligados a participar en primarias, eso sigue demostrando que de democracia poco, es inexplicable, partidos renunciando a participar en la selección de candidatos, deseando mantener el poco insigne distintivo de “emergente”.
Para que no existan dudas hay que concluir que además de estar discutiendo acerca de lo que no es, estamos ante una mala ley que puede ser fácilmente mejorada. Los avances serían importantes si las primarias fueran voluntarias, si se volviera –por lo menos- a la modalidad de reparto de los recursos públicos establecida en el proyecto aprobado en primera lectura. Revisar los “topes” de gastos electorales no solamente bajando algo el valor asignado por voto, también asignarlo por votos obtenidos y no por el total del padrón. También hay que decir que en la ley de partidos que está en el Congreso Nacional, hay varios aspectos que debieran estar en la Ley electoral.
¿Y todo esto por qué? simplemente porque concentrados como están en las viejas prácticas, no han mirado para arriba. Al final se contentarían con algo no demasiado distinto de cuando fueron estafados en 1994.
En la llamada oposición unos tienen el corazón en FUNGLODE, otros no aspiran más que a ser reconocidos como sector externo del PRM con un diputado nacional “ad vitam” y esperemos que los otros tarde o temprano se decidan a hacer lo más difícil pero lo más necesario: construir alternativa. A los sectores empresariales y sus fichas les está llegando la hora de hacerse cargo de que se les fue la mano entregándole la política al “tigueraje”.
Y es que la política no puede seguir haciéndose discutiendo una coma, hace falta discutir los textos y los contextos. Con esa idea en la mira les dejo a Chantal Mouffe citada por Eugenio Rivera en “El Mostrador”: “Por ello la meta final de la política democrática “no es alcanzar un consenso en el que no haya exclusión –lo que equivaldría a crear un ‘nosotros’ sin un ‘ellos’- sino construir esa distinción de un modo que sea compatible con las instituciones democráticas.”