Por Andrés L. Mateo
Llegó al ministerio de cultura a través de la infamia, y ayer lo destituyeron sin la más mínima dignidad. Dejó un desastre, jamás se había visto un «Ministro» más inepto e incapaz. Lo poco que tenía de gloria ése ministerio lo destruyó la torpeza infinita que lo caracteriza.
Delegó todo ante el viceministro, mientras él dormía hasta las once de la mañana. Un vago que, en el fondo, odia la cultura del dominicano. Da pena que sus numerosos viajes al extranjero pagado con los impuestos de todos nosotros sumen una fortuna, y que las opíparas comidas en los restaurantes lujosos del país, acompañado de numerosos amigos, la hayamos tenido que solventar con lo que aportan los contribuyentes.
Cancelaron a «El infame», el peor ministro de cultura que ha habido, y hasta que quizás habrá. Ni una brizna de realización que pueda sumar a su gestión desde el inicio caracterizada por la arrogancia, por el desprecio a los que verdaderamente hacen la cultura, y por el engreimiento de un ser superior a la cultura que debía representar.
Prepotente, discriminador; de nada le valió su barba de ballenero con la que presumía de «exótico» frente a los «nativos» que, creía él, lo miraban boquiabiertos. Nada, que no sea el desastre y lo que destruyó y consumió en su megalomanía, quedará para recordar su gestión nefasta.
De «El infame», de Pedro Vergés, el desprecio…y el olvido.