Por el Pastor Hal Mayer
En la primavera de 1836, Francisco J. McIntosh, de San Luis, mató a un policía e hirió a otro. Él podría haber recibido la pena de muerte en un tribunal de justicia. Sin embargo, una turba lo localizó en un retrete donde se escondía y lo llevó a la cárcel mientras otra multitud se reunía en torno al cadáver del policía. Enardecidos por ver cómo el policía se “revolcaba en su propia sangre”, irrumpieron en la cárcel, sacaron a McIntosh a las afueras de la ciudad, lo encadenaron a un árbol, hicieron una hoguera a sus pies y poco a poco lo tostaron hasta causarle la muerte. Luego “una turba de muchachos” comenzó a lanzar piedras a su cabeza para ver quién podría romperla.
Un juez se negó a permitir que alguien fuera culpado por el linchamiento con el argumento de que McIntosh, era una especie de terrorista y enemigo, justificando el comportamiento de la turba.
Elías P. Lovejoy, el editor del diario El Observador de St. Louis, disintió del resto de la prensa. Él creía que la misma Constitución y la Ley que ésta establecía, habían sido quemadas junto con McIntosh.
Lovejoy, escribió: “Cuando surgen dudas entre la justicia administrada o la salvaje venganza de una turba entonces sólo hay un lado que el patriota y el cristiano puede apoyar”. Lovejoy, organizó una campaña contra la “turbalogía” No obstante, poco tiempo después, una turba descontenta con Lovejoy, por su continuo y fuerte discurso contra ellos, lo persiguió hasta afuera de la ciudad. Él se instaló río arriba, pero sólo duró alrededor de un año antes de que una turba destruyera su imprenta y lo matara cuando intentaba defenderla.
Unos meses más tarde, un preocupado Abraham Lincoln, fue a dar un discurso en Springfield, Illinois. Él eligió el tema “La perpetuación de nuestras instituciones políticas”. Y entonces planteó la pregunta: ¿Cuál es la mayor amenaza para la República? Expresó que no temía un ataque exterior sino aquello que vendría desde dentro: el desconocimiento de la ley y el favorecimiento de las turbas y sus linchamientos. “Si la destrucción es nuestra suerte, seremos sus autores y consumadores”, dijo. “Como una nación de hombres libres, tenemos que vivir a través del tiempo o morir por suicidio”.
Lincoln agregó: “Cada día, los informes de ultrajes cometidos por las turbas forman la noticia del momento”. “Ellos han invadido el país, desde Nueva Inglaterra hasta Louisiana. No son característicos de las nieves eternas del primero ni de los soles ardientes del último… tampoco están confinados a los Estados esclavistas ni a aquellos no poseedores de esclavos”.
Lincoln, argumentó, así como Lovejoy, que el hecho de que McIntosh, seguramente hubiese sido condenado a muerte, sólo hizo que su linchamiento fuese más ofensivo. Para Lincoln, el linchamiento era ilegal, y argumentó que tanto los que se entregaron a la ilegalidad como los que cayeron presa de ella, con el tiempo llegarían a considerar al Gobierno “como su pesadilla mortal… y rueguen por no otra cosa que su aniquilación total. “Era a este sentimiento de “alienación” en lugar de “unión” hacia las instituciones públicas a lo que Lincoln más temía del “espíritu turbocrático”.
Donald Trump, personifica el espíritu turbocrático; lo alimenta y se alimenta de él, aunque es dudoso que pueda controlarlo. Todos los elementos están ahí: la incesante escalada de violencia; el instinto de movilizar una turba para tomar la ley en sus propias manos; la afirmación de que grupos enteros son el enemigo; la creencia de que los que no están con la turba entonces pierden toda su protección y quedan expuestos a un ataque; la atribución de conspiraciones hostiles a actores independientes y pacíficos; el desprecio por la evidencia, como si la información exacta y la adjudicación honesta en las pretensiones fueran sucios trucos pensados para poner a la turba en desventaja; la difamación de la prensa como vándalos que merecen ser golpeados, si no muertos; una animosidad que abarca todo el gobierno y sus instituciones; en suma, una anarquía cada vez más intensa…
“El apoyo que ha recibido Trump, refleja profundas cepas de pre-existentes privación de derechos, alienación y división. Sin embargo, y a pesar de que Trump, da eco a estas pasiones y tiene un genio extraño para aprovecharlas y convertirlas en su motor, él no propone ninguna solución coherente, solamente fanfarronea: habrá sangre. Su éxito hasta el momento refleja un triunfo de un mundo al revés, en el que cada palabra y acción que podría destruir su candidatura sólo parecen fortalecerlo”.
Pero el fenómeno Trump no ocurre sólo en EE.UU. Es un fenómeno global. Las tendencias fundamentales que han llevado a la cima a Trump en América, están sucediendo en todo el mundo, escribió Stratfor. Europa, especialmente Polonia, Francia y Hungría tienen actitudes similares sobre los inmigrantes entre las familias de clase media cuyo trabajo y su sustento se ven amenazados por la globalización. (Ver nuestra sesión informativa: El Fenómeno Trump no Ocurre Sólo en los Estados Unidos).
“Perseguido por el fantasma de Francis McIntosh, y de manera sorprendente, Lincoln, describió la llegada de un personaje como Donald Trump, como algo inevitable: alguien con una ambición y talento singulares para el poder tanto que siente ‘sed y ardor por su distinción’ y persigue a cualquier costo. Advirtió: ‘Sería tonto no esperar que surja una persona así. Y cuando esto suceda sólo hay una solución: se requiere que la gente se una entre sí, con el gobierno y sus leyes, y sea inteligente en todo para poder frustrar con éxito sus diseños’”.
Cuando las instituciones gubernamentales y los políticos hayan socavado la Constitución y la conviertan en una sombra de lo que fue, se sentarán las bases para el surgimiento del “espíritu turbocrático”. Cuando los instrumentos del estado de derecho ya no se aplican a una sociedad, ésta se hundirá en el caos y la justicia en manos de la turba. Cuando esto ocurra, será fácil ver cómo los conservadores, llevados por un celo religioso, demandarán la reparación de sus quejas y frustraciones, a fin de que se cumpla la siguiente profecía:
“Por más que un decreto general haya fijado el tiempo en que los observadores de los mandamientos puedan ser muertos, sus enemigos, en algunos casos, se anticiparán al decreto y tratarán de quitarles la vida antes del tiempo fijado. Pero nadie puede atravesar el cordón de los poderosos guardianes colocados en torno de cada fiel. Algunos son atacados al huir de las ciudades y villas. Pero las espadas levantadas contra ellos se quiebran y caen como si fueran de paja. Otros son defendidos por ángeles en forma de guerreros”. El Conflicto de los Siglos, pág. 631.
El predicho aumento de la mentalidad que “una turba que puede tomar la justicia en sus manos” ya está aquí. Ya sea que Donald Trump, se convierta en presidente o no, el “espíritu turbocrático” ya se ha hecho conocer y sólo aumentará. Su enfoque cambiará y una vez se halle bajo las riendas del gobierno, apuntará a los que obedecen todos los mandamientos de Dios. Fue una turba, obrando por fuera de la ley, la que vino para tomar a Jesús de noche en el Getsemaní. Fue el gobierno de las masas el que derrocó a la ley y el orden en Francia, durante la Revolución y destruyó todo lo que era bueno y noble. Fueron turbas las que saquearon los negocios judíos en la noche durante el terror del gobierno nazi.
¿Deben los verdaderos seguidores de Cristo esperar menos que esto en la crisis final?
Cortesís de: ktfnews.com