Por Juan Tomás Valenzuela
La mala fé del Ungido
a obligado a este sinsonte,
a salí a buscar pa’l monte
lo que aquí le fue omitido.
El hombre se ha decidido,
al ver trunca su propuesta,
a irse a sierra maestra
como hizo Fidel en Cuba,
armado con una tuba
y su bacalao a cuesta.
En el bulto que Leonel
lleva enganchado a su espalda,
está lo que lo respalda
contra su pupilo infiel.
En ella lleva un cartel
que dice: “No creas en gente”,
una pastíca de dientes
y una brisca de jabón,
una remúa, un pantalón
y un termo de té caliente.
El libro de Maquiavelo,
que no se puede quedar,
lo lleva pa’meditar
y para evitar desvelos.
Él también lleva un pañuelo
pa’los ratos de tristeza,
aunque él casi nunca reza,
lleva el salmo 23,
por si “alguien” le manda un juez
o una visita sorpresa.
Margó le metió dos mantas
y unos tennis de alpinista,
por si ve a Félix Bautista
arranque como volanta.
Ungüento pa’la garganta,
repelente de mosquitos,
la foto de Quirinito
abrazado con su tío,
y aquel español del lío
de Atiemar y unos kilitos.
También lleva en su mochila
la nueva Constitución,
la que él y Miguelón
hicieron a su medida,
La misma que en la otra vida
no le ponía sustituto,
esa misma que Canuto,
sin decir media palabra,
cambió de forma macabra
para echarlo en un macuto.
Juan de los Palotes
22 agosto 2018