Por Juan Tomás Valenzuela
Aunque suene a mezquindad
lo de Ross y de Medina,
salimos de dos bocinas
llenas de odio y maldad.
Ayer, una autoridad
de la Procuraduría,
dijo que las tropelías
de que se acusa a Pablito,
son las de unos amorcitos
con la hija que tenía.
Dicen que en primera instancia
el señor procurador,
tapó al comunicador
que fue atrapado en flagrancia.
Que si no es por la constancia
de Nuria Piera, en las redes,
al tipo se le concede
bajo “duda razonable”,
la condición de intachable
como a todo el que transgrede.
En la justicia divina
de nuestro benefactor,
el puesto de malhechor,
de truhán o de bocina,
es solo pa’l que camina
bajo el ala del ungido
y quien se aleja del nido
que protege al imputado,
podría quedar desterrado
de la gracia de Danilo.
Tó los comunicadores
que le sirven al Estado,
deben verse reflejados
en estos dos malhechores.
Uno, muere sin honores,
desprovisto de grandeza,
creyéndose la realeza
del periodismo cuatrero,
que cambió honor por dinero
y hoy lo cubre la maleza.
El otro, que al mercadeo
convirtió en un arte oscuro,
está metido en apuros
por un problema muy feo.
En vez de usar el chapeo
pa’satisfacer sus ganas,
o una diva más anciana
que sepa bien lo que hace,
este perro mala clase
se buscó una pubertana.
La hija de su mujer,
el retoño de su amada,
un acto que ni Cavada
es capaz de cometer.
Este tunante sin hiel,
que estupró a su misma hija,
dudo mucho que consiga
la protección del ungido,
igual que los mal paridos
que junto a él hablan boñiga.
Juan de los Palotes
21 septiembre 2018