Por Juan Tomás Valenzuela
Me dá un pique del carajo,
el saber que en la frontera
puede pasar lo que quiera,
menos un chichín de ajo.
Se creen que somos guanajos,
¿O en realidad, si lo somos?
Pues si la carga es de romo,
de marihuana o de coca,
la autoridad se hace loca
y no se vén ni de asomo.
Pasan electroaparatos,
carros de cualquier color,
hasta lanchas bimotor,
terneras, cabras y patos,
langostas, chivos y gatos,
carne de res empacada,
hasta Roberto Cavada
vino por esa frontera,
envuelto en una litera
y pasó como si nada.
Ahí pasa de contrabando
un cohete de la NASA,
cemento gris, argamasa
y hasta ganado pastando.
El cilantro de Fernando,
el triculí de Pineda,
el chéfer de Mía Cepeda
(Un moreno del carajo)
Pero, ¿una libra de ajo?
Ni en un yeso de ortopeda.
Embarazadas en fila,
hasta con 5 muchachos,
cruzan a pies el riacho
delante de estos gorilas.
El vinito y el tequila
del moreno afrancesado,
lo cruzan para este lado
y nadie se sobresalta,
pero si es ajo, Peralta,
de una vez es informado.
En Las Matas de Farfán,
revela la prensa rosa,
se ha revolteado la cosa
con un camión que agarrán,
se rumoreaba que el plan
de todo estos bandoleros,
era llená el pueblo entero
de este producto maligno,
pero un comandante digno
atrapó a to esos cuatreros.
El caso definitorio
Es que por esta frontera,
puede pasar el que quiera
sin papeles migratorios,
siempre y cuando que al emporio
de Jose Ramón Peralta,
nadie cometa la falta
ni aunque sea de relajo,
de meterle un chin de ajo,
en su temporada alta.
Juan de los Palotes
1 octubre 2018