Por Juan Tomás Valenzuela
Vi en Santiago a Quique Antún, disfrazado de millennial,
casi a punto de una isquemia
con ese atuendo betún.
Solo se oía el tun-tun-tún
del corazón agitado,
por el calor desgraciado
que hacía frente al monumento,
en el cual este jumento
marchaba despreocupado.
Los sudores lo acosaban
como una lluvia incipiente,
mientra secaban su frente
los coristas con que andaba.
Aunque algunos se burlaban
del disfráz de este bandido,
al menos, ha conseguido
marchar con la juventud,
en la cual su ineptitud
pasó desapercibido.
El exsocio de Marzouka
en aquel rifericidio,
que se libró del presidio
cual Garu lo hizo de Pucca,
traía chorreando en la nuca
todito el tinte Bigén,
que el sábado le pusién
las estilistas de Abatte,
para ver si este primate
salía de este acto con bien.
Pero ver a este impostor
marchando contra el gobierno
en recorrido fraterno
con el órgano gestor,
evidencian que el honor,
la pulcritud y el decoro,
no es más que mierda de loro
para estos pelafustanes,
que detrás de sus afanes
se meten en cualquier coro.
No será pa’presidente
que aspira este mamarracho,
con ese atuendo de macho
que no lo hace inteligente.
Yo opino que este indigente
de moralidad y altura,
solo aspira a una postura
de ministro de interior,
o al menos, el de asesor
de Juventud o Cultura.
Juan de los Palotes
15 julio 2019