Por Washington Cabello
ASUNCIÓN, Paraguay._ «Quiero reconocer con emoción y admiración el papel desempeñado por la mujer paraguaya en esos momentos dramáticos de la historia. Sobre sus hombros de madres, esposas y viudas, han llevado el peso más grande, han sabido sacar adelante a sus familias y a su País, infundiendo en las nuevas generaciones la esperanza en un mañana mejor».
Asunción, en donde se alternan más rápidamente el sol, la lluvia, su escampar, las tormentas, es una capital en fiesta. Una gran multitud salió a las calles apra acoger a Papa Francisco, en la última etapa de su viaje a América Latina. Después de la alegre acogida en el aeropuerto, con bailes y cantos en lengua guaraní, Bergoglio llegó a la ciudad. Su primera visita fue en el patio de una cárcel femenina.
Después del encuentro con el presidente Horacio Manuel Cartes, que fue a recibirlo al aeropuerto, Francisco pronunció su primer discurso a las autoridades del país, en el palacio presidencial. Y en un pasaje de su discurso exaltó el papel de la mujer paraguaya.
Durante el vuelo de regreso de la JMJ de Río de Janeiro, en julio de 2013, al responder a una de las preguntas de los periodistas, había dicho: «No se puede entender una Iglesia sin mujeres, pero mujeres activas en la Iglesia, ¿no? Con su perfil, la sacan adelante». El Papa continuó con un ejemplo que «no tiene nada que ver con la Iglesia, pero es un ejemplo histórico: en América Latina, el Paraguay. Para mí, la mujer del Paraguay es la mujer más gloriosa de América Latina». Bergoglio, refiriéndose a la situación post-bélica de 1870, al final de un áspero conflicto con Brasil, Argentina y Uruguay que duró seis años, dijo: «Quedaron, después de la guerra, ocho mujeres por cada hombre, y estas mujeres tomaron una decisión un poco difícil: la decisión de tener hijos para salvar a la patria, la cultura, la fe y la lengua. En la Iglesia hay que pensar en la mujer en esta perspectiva: de decisiones riesgosas, pero como mujeres».
En su discurso, el Papa quiso «rendir tributo a esos miles de paraguayos sencillos, cuyos nombres no aparecerán escritos en los libros de historia, pero que han sido y seguirán siendo verdaderos protagonistas de la vida de su pueblo». Recordó la importancia de la memoria, porque un pueblo «que olvida su pasado, su historia, sus raíces, no tiene futuro». Explicó que justamente la memoria, «asentada firmemente sobre la justicia, alejada de sentimientos de venganza y de odio, transforma el pasado en fuente de inspiración para construir un futuro de convivencia y armonía, haciéndonos conscientes de la tragedia y la sinrazón de la guerra».
Francisco también citó la historia reciente del país, que salió en 1989 de 35 años de dictadura, e invitó a la paz y a la reconciliación: «¡Nunca más guerras entre hermanos! ¡Construyamos siempre la paz! También una paz del día a día, una paz de la vida cotidiana, en la que todos participamos evitando gestos arrogantes, palabras hirientes, actitudes prepotentes, y fomentando en cambio la comprensión, el diálogo y la colaboración».
También aquí, como en Ecuador y en Bolivia, Francisco insistió en la importancia del diálogo, en particular en la vida pública, favoreciendo la cultura del encuentro y el reconocimiento de las opiniones ajenas: «No hay que detenerse en lo conflictivo; es un ejercicio interesante decantar en el amor a la patria y al pueblo, toda perspectiva que nace de las convicciones de una opción partidaria o ideológica. Y ese mismo amor tiene que ser el impulso para crecer cada día más en gestiones transparentes y que luchan impetuosamente contra la corrupción».
El Papa indicó que el proceso democrático que está viviendo el país es «sólido y estable», e invitó a perseguir la vía emprendida, consolidando «las estructuras e instituciones democráticas que den respuesta a las justas aspiraciones de los ciudadanos. La forma de gobierno adoptada en su constitución: «democracia representativa, participativa y pluralista», basada en la promoción y respeto de los derechos humanos nos aleja de la tentación de la democracia formal que Aparecida definía como la que se «contentaba con estar fundada en la limpieza de los procesos electorales»«.
El Papa habló después sobre la pobreza. «En la voluntad de servicio y de trabajo por el bien común, los pobres y necesitados han de ocupar un lugar prioritario. Se están haciendo muchos esfuerzos para que Paraguay progrese por la senda del crecimiento económico. Se han dado pasos importantes en el campo de la educación y la sanidad. Que no cese el esfuerzo de todos los actores sociales, hasta que no haya más niños sin acceso a la educación, familias sin hogar, obreros sin trabajo digno, campesinos sin tierras que cultivar y tantas personas obligadas a emigrar hacia un futuro incierto; que no haya más víctimas de la violencia, la corrupción o el narcotráfico».
«En nombre también de mis hermanos Obispos del Paraguay», concluyó Bergoglio, «deseo asegurarles el compromiso y la colaboración de la Iglesia católica en el afán común por construir una sociedad justa e inclusiva, en la que se pueda convivir en paz y armonía. Porque todos, también los pastores de la Iglesia, estamos llamados a preocuparnos por la construcción de un mundo mejor». Al final del discurso, al hablar sobre la Virgen de Caacupé, Papa Francisco quiso recordar «a mis hermanos paraguayos de mi anterior diócesis de Buenos Aires».
Cortesía: Andrea Tornielli, (Vatican Insider / La Stampa)