Por Teófilo Quico Tabar
Imagino que por lo que sucede en Grecia, una querida amiga me solicitó que narre lo que le contó José Quezada sobre lo que ocurrió en una reunión entre Balaguer y algunos asesores internacionales a principios 1990. Y la complazco.
El país sufría los efectos de una crisis económica. Los organismos multilaterales se encontraban presentes. Se diseñaban políticas, entre ellas, una reforma fiscal. Y una noche, cuando de forma rutinaria fuimos a dar el informe de recaudación al presidente, el Gral. Pérez Bello nos informó que estábamos invitados a una reunión previa en un saloncito contiguo al despacho presidencial.
Allí estaban: el Gobernador del Banco Central con un conocido economista; el Secretario de Finanzas; el Asesor Económico; el Secretario Técnico; el representante del PNUD de nacionalidad argentina; del BID un venezolano, y el consultor griego Constantino Vaitsos. Los invitados éramos José Quezada de Rentas Internas, Florencio Silva de La Renta y yo. Minutos después entró Balaguer y comenzaron a darle los informes correspondientes.
Uno tras otro daba detalles de las medidas sugeridas, contactos con los diferentes sectores económicos y empresariales, necesidad de controlar el gasto público, presión sobre la divisa, demandas de los importadores, etc. etc.
Balaguer le solicitó a Vaitsos, a quien algunos llamaban «el sabio Griego», que diera su opinión sobre los temas tratados, y este le fue narrando diferentes aspectos que a su juicio eran necesarios adoptar para satisfacer los requerimientos y demandas de los organismos internacionales, y al terminar su exposición, Balaguer que escuchaba tranquilamente, se dirigió al Gral. Perez Bello solicitándole que llamara de inmediato al «Sombrerú», refiriéndose al Gral. Hernández Fernández, uno de sus cercanos colaboradores militares.
Al entrar el Sombrerú, Balaguer le pidió que expusiera lo que el sabía acerca de la situación económica y del dólar, y este comenzó a narrar lo que había conversado con dominicanos que vivían en Nueva York, específicamente en Sabana Iglesia, quienes se quejaban de que enviaban muchos dólares a sus familiares, pero que aquí, las remesadoras y los bancos les entregaban pesos y se quedaban con ellos, que no entraban al Banco Central ni al sistema, pero cuando la gente tenía que importar, como no les facilitaban Cartas de Crédito, tenían que ir donde los mismos que se habían quedado con la divisa.
Terminada la exposición del Somberú, Balaguer se paró y dijo que tenía que irse a trabajar, que se pusieran de acuerdo y luego le avisaran, y todos se quedaron perplejos y sin saber cual era el mensaje. Pero al salir del saloncito, Pérez Bello nos llamó a los recaudadores.
Ya en el despacho con Balaguer le peguntamos que había pasado y porqué lo del Sombrerú, y él contestó:
«Que pendejos están ellos, quieren que aumente los impuestos para pagar la deuda y prohibir las importaciones. Y de donde carajo va el gobierno a sacar los cuartos para las obras y cumplir sus compromisos. Además, si son tan sabios porque no arreglan la economía de sus países, probablemente peor que la nuestra».
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