Por Aileen Féliz Pérez
Acumuladas entre el polvo de un gavetero, dos muñecas viejas echadas al olvido. «Soy grande para jugar con ellas», le grita a su mama. Mañana tras mañana camina a la escuela. Llegar temprano, cantar el himno y «embotellarse» la explicación del día. No le dio tiempo para estudiar.
Ojos caídos. Otra vez despiertos desde las 5:30 am. Cocinar, lavar la ropa de su «papa», alistar a los pequeños. Mamá amanece trabajando.
6, 5 y 2 años. «Ahí esta mama otra vez embarazada, más carga para mí y papa que no trabaja».
Segunda vez que repite el curso. La anemia no la deja concentrarse. Sus maestras observan algo extraño, no sale a recreo, sus compañeros la rechazan. Está embarazada.
13 años. No juega con muñecas. De un «campo de la capital». Quien será el padre? Si nunca se le ha visto con chicos de su edad.
«Otra boca por alimentar. Te me largas de la casa, no quiero problemas con tu mama…»
Y si, se fue. No le importó que él sí sabía el «quien», el «como» y el «cuando». Una madre que no tiene voz propia. Como se alzará por un retoño de su vientre?
Si este fuera el único caso, quizás no se me pusiera pequeñito el corazón.
La situación es alarmante, sé muy bien que lo sabes. La vemos a simple vista en este supermercado, en aquella aula, en ese hospital, incluso en cada semáforo.
Creo que lo hemos visto tanto, pero tanto, que ya nos hacemos los ciegos. Lo vemos y no lo vemos a la vez. Nos duele y no nos duele al mismo tiempo.
Antes de querer tapar el sol con un dedo, seamos sinceros. Los embarazos en la adolescencia siempre han existido. Incluso, hay datos que revelan la edad promedio en que nuestras adolescentes se casaban hace varias décadas. El intervalo de 11-15 te suena familiar?.
En los campos, los padres se las entregaban a hombres mayores que podían mantenerla.
Su deber era limpiar y servir de desahogo sexual. Parían 9 muchachos para asegurar que eran mujeres abnegadas y devotas a su hogar.
Incluso se escuchan historias donde se les enseñaba que era compromiso criarle los hijos a las queridas de sus maridos.
Al final de sus vidas, arrugadas, llenas de nietos que muchas veces las dejaban en el olvido. Manos ensangrentadas después de décadas lavando ropa en el río.
Allí terminaba la historia. Nadie lo veía mal, no había quien se atreviera a señalar con un dedo esas vivencias, o mejor dicho, esos abusos que se cometían contra nuestras adolescentes de aquellos tiempos.
Sin embargo, ahora es distinto. La era de la información nos ha quitado la máscara con la que permanecíamos en la oscuridad.
Se habla de los derechos y deberes de los niños, niñas y adolescentes. Derechos? Yo embarazada a los 13 años producto de una violación. Tengo derechos? Si, niña, los tienes.
Hoy entendemos y concientizamos que tienes derecho a la vida. A vivir en un hogar digno, lleno de amor. A que el estado te provea educación de calidad, enfocada en la competitividad y que sea gratuita. A que te protejan contra el trabajo infantil, a que nadie te explote ni te obligue a pagarle con favores sexuales ni domésticos.
Sabias también que eres parte de una estadística? Según el Ministerio de la Mujer, 98 de cada 1000 embarazos en nuestro país son de adolescentes.
Lo ideal, es que no hubieras llegado a ser parte de esa estadística. Lograr graduarte de la escuela sin que un embarazo sea obstáculo para superarte.
Te merecías muchas más horas de juego, y menos días obligada a ser madre antes de tiempo.
Graduarte joven del bachillerato, que vieras posible llegar a la Universidad. Que fueras niña, adolescente y luego mujer.
Sin embargo, tus circunstancias fueron otras, muchas cosas se fueron del control de tus manos. Es tiempo de aceptar tu pasado y construir un nuevo futuro.
No te diré que será fácil, pues la verdad es que no lo será. Todavía no he conocido a alguien que le hayan servido los pajaritos pintados en el aire.
Ahora bien, el ímpetu y la perseverancia pueden ser tus mejores aliados. Luchar por conseguir lo que te mereces, puede ir mas allá de un sueño.
Te sugiero que busques ayuda en tu comunidad, en las iglesias, en programas de apoyo en hospitales de tu sector.
Embarazarse en la adolescencia no tiene porque ser el fin del mundo, todo lo contrario, puede ser el inicio de un nuevo mundo que sólo tú puedes construir.
Hazlo por ti misma y por ese retoño que merece mejores oportunidades que las que tuviste. Ese bebe, se merece bellos atardeceres, no solo nubes grises.
Quizás nosotros como sociedad, te cerramos las puertas un día. Ya es pasado. Block por block eres la responsable de construir el castillo de tus sueños y llamarle un día «El hogar de mi Realidad». #actuanosolopiensa
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