Por: Juan Carlos Stefan
«Viste ese recibimiento? !Con ese respaldo popular, a este gobierno no lo tumba nadie!!!»
Esta optimista expresión, salió de los labios del Profesor Juan Bosch, a la sazón Presidente constitucional de la República, mientras era ovacionado a su llegada al Estadio Quisqueya, lugar donde se presentaría un grupo de danzas y música mexicana, el cual había venido al país, luego de su reciente viaje al país azteca.
Era un 23 de Septiembre. Bosch no se quiso sentar en el Palco Presidencial, sino que prefirió sentarse con el público presente en las gradas, junto a un público que aplaudía eufórico el espectáculo de música tapatía, que llegaba desde Caracas en ruta.
Cuando el público alcanzó a ver la cabeza blanca de Bosch, lo ovacionaron prolongada y efusivamente y el, feliz, se abrió paso entre la multitud, hasta finalmente llegar al Palco Presidencial. Allí espetó «Viste ese recibimiento? !Con ese respaldo popular, a este gobierno no lo tumba nadie!!!
«No duerma en su casa, presidente»
El 24 de septiembre se celebra en nuestro país el día de nuestra señora de las Mercedes, patrona de la República. Es bien enterado de todo lo que ocurría alrededor del presidente.
«No duerma en su casa esta noche presidente «-le dijo una persona muy allegada a Bosch. Por qué? Preguntó extrañado Bosch, a quien ese mismo amigo le venía diciendo día tras día que no hiciera caso de las innumerables bolas que venían circulando sobre supuestos atentados contra su persona.
Esa persona contestó escuetamente: «Hay un plan para más tarde…y esta vez es de verdad».
Según las personas que estaban cerca en ese momento y que pudieron escuchar la breve conversación, Bosch permaneció aparentemente sereno. Pero enseguida se comunicó con el ministro de las fuerzas armadas, general Elvis Viñas Román. Tampoco se ha establecido que conversó exactamente Bosch con Viñas, pero se supone que era algo en relación a una reunión rutinaria que los altos jerarcas militares estaban celebrando en ese momento en el Palacio Nacional.
El ministerio de las Fuerzas Armadas tenía su sede en palacio y por eso no era extraño que una reunión de tal naturaleza se celebrase allí.
No bien terminó de hablar con el general Viñas, llegaron a su casa Sasha Volman y el embajador de los Estados Unidos, John Bartlow Martín. Volman es un personaje muy discutido. Algunos lo señalan como una gente comunista y otros tildan de ser agente del departamento de Estado. Lo que parece haberse demostrado es que el enigmático elemento tiene buenas relaciones personales con el presidente Kennedy. También se le señala como el elemento del láser entre el gobierno dominicano y norteamericano.
Tras una conversación tripartita de media hora, el diplomático del tío Sam se despidió y dejo a solas a Volman con Bosch. El tema de la conversación es otro misterio hasta la fecha, pero hay indicios de que no fue otro que el golpe militar que se estaba tramando. Una versión muy entendible dice que Martín previno a Bosch de lo que iba acontecer. Se asegura que el embajador dijo al presidente:
«La flota de mi país está a 12 horas de la costa. Si usted me autoriza, puedo hacerla situar a sólo seis horas de la costa».
Bosch dijo que no. La misma versión que no ha podido ser confirmada, revela que el ministro de Agricultura, Antonio Guzmán, trato de convencer a Bosch de que aceptara el ofrecimiento de Martín, pero que durante largo rato el presidente mantuvo su negativa. Se asegura que finalmente accedió, pero que cuando se le hizo saber a Martin la nueva postura del presidente ya eran las cinco de la tarde y el embajador norteamericano lamento que ya no había tiempo, pues la flota estaba en ese momento a 20 horas de la costa.
«SECRETO A VOCES»
Pero volvamos a nuestro relato al mediodía del día 24, ya era un secreto a voces que algo se estaba tramando contra el gobierno o contra Bosch. A partir de ese instante, la casa del presidente era visitada por un sin número de allegados. Entre ellos el Ministro de recuperación de bienes, señor Brea Peña, quien le manifestó al ejecutivo que cancelería su proyectado viaje a Azua.
«No hagas caso de rumores,- le respondió Bosch-, y vete tranquilo a Azua.
Brea Peña simuló que obedecía a la orden presidencial, pero se quedó en la ciudad a la espera de los acontecimientos.
A la una de la tarde el presidente se dispuso a salir para asistir a un almuerzo que se ofrecía en ese instante a los integrantes del grupo artístico mexicano en el hotel Hispaniola. Los mexicanos habían actuado la noche anterior en el estadio Quisqueya, para todo el público que deseo asistir y volverían a presentarse esa noche del día 24 en una actuación dedicada a las Fuerzas Armadas.
Antes de llegar al hotel Hispaniola, sin embargo, Bosch hizo desviar su automóvil hacia la casa de Sasha Volman, en la autopista Santo Domingo – Haina. Sasha Volman no estaba en su casa, pero fue localizado desde allí por teléfono y acudió prontamente a encontrarse con el presidente. Nuevamente hablaron durante 3/4 de hora. El tema de esa conversación: otro misterio.
En el hotel Hispaniola, Bosch no quiso probar bocado. Fue este el primer síntoma del nerviosismo -por así decirlo- del presidente. Nadie podía notarlo, pero un buen observador podía adivinar cierta intranquilidad en Bosch. En dos ocasiones preguntó a las personas de su confianza que estaban cerca de él, si el general Viñas Román no había regresado de San Isidro.
Después se supo que Bosch había enviado a este alto oficial a la base aérea con el encargo de hacer venir al generar Atila Luna, jefe de Estado Mayor de la aviación, a conversar con él en el Palacio o en su residencia.
Sin tener noticias de Viñas ni de Luna, Bosch abandonó el hotel al final del almuerzo, pero antes probó un bistec que casi lo obligaron a servirse los camareros, quienes, al notar que no comía, le significaron que eso era un desaire para ellos.
Al fin a eso de las 3:45 de la tarde, se juntaron en la residencia presidencial Bosch y el general Viñas Román. Éste le informó al presidente que no había podido ver al general Luna ni al coronel Wessin y Wessin, también solicitado por Bosch.
«No he podido conseguirlos», expresó Viñas.
«Ah, pues esos no están conmigo-respondió el presidente»
La inminencia del problema ni hizo alterar el desarrollo de las actividades normales del presidente. Pocos minutos después de su entrevista con su Ministro de las Fuerzas Armadas, Bosch sostuvo otra con el periodista Julio César Martínez, director de radio Santo Domingo, a quien le criticó la política editorial que llevaba esa planta radio televisora. Aparentemente, Bosch consideraba que muchos problemas de su gobierno eran agravados por la mala política de la radio oficial.
Después habló por teléfono con el Ministro de Relaciones Exteriores, doctor Héctor García Godoy, a quien le pidió una lista con los nombres de las personas que se habían refugiado en busca de asilo en la embajada de Colombia.
Y de inmediato se comunicó también por teléfono con el vice Ministro de interior, doctor Anselmo Brache Viñas, a quien le pidió que se trasladara a Salcedo, en interés de investigar a fondo los sucesos ocurridos allí hacía pocos días, en los cuales perdió la vida un joven catorcista, en un incidente con un agente de la policía.
Ya cambiado de ropa, el presidente salió de su residencia a las 7 y 30 de la noche del día 24, con rumbo al Club de oficiales del Centro de los Héroes, antigua Feria de la Paz, donde se le ofreció un agasajo al almirante norteamericano Farrell.
Tan pronto entró al salón de la recepción, el hábil político de 54 años de edad recorrió el panorama con la mirada y a seguidas comentó con uno de sus acompañantes:
«Fíjate bien: no hay aquí ni un solo oficial de la aviación…».
La recepción discurrió normalmente al menos en apariencia. Nadie que no estuviera enterado de lo que se avecinaba, podía predecir, viendo aquí el ágape tan cordial, que se estaba pocas horas del derrumbe de un gobierno que tenía fe ciega en el respaldo popular y en sus principales jefes militares.
Al despedirse, el presidente bajó en el ascensor acompañado por un grupo de altos oficiales, incluso el general Viñas Román. El embajador Martín y el consejero King de los Estados Unidos, no cupieron en ese viaje del ascensor. El presidente, quien observó el detalle, le dijo al ascensorista:
«Suba y dígale al embajador Martín y al señor King que los espero en mi casa».
La reunión en la residencia del presidente fue informal. Se trataron tópicos de interés general.
El señor King pidió permiso para retirarse y se despidió a las nueve de la noche. Martín permaneció un rato más en la casa. Mientras tanto, el presidente, que no había olvidado el consejo de que no durmiera esa noche en su casa, le solicitó a su ayudante militar que le ayudara a preparar un necessaire para irse a dormir al palacio Nacional donde él consideraba que estaría seguro por la vigilancia normal que se tiene establecida allí.
En esos momentos sonó el teléfono de la casa. Era el autor de este artículo a la sazón director ejecutivo del periódico el Caribe, quien llamaba al presidente. Éste no tardo en tomar el auricular.
«Presidente,- le dijimos – deseamos leerle el texto de un artículo del periodista norteamericano Hal Hendrix que será publicado mañana en el periódico el Caribe, para que usted nos haga alguna declaración al respecto».
Le advertimos que el artículo era muy duro contra su persona y su gobierno. El presidente escucho pacientemente la lectura del trabajo y al finalizar el mismo nos dijo:
«Y qué quiere usted que le declare? Yo prefiero no comentar esa clase de artículos. Pero le agradezco que lo van a publicar, para que se vean todas las afirmaciones absurdas que allí se hacen».
En el artículo de Hendrix se predecía, entre otras cosas, que Bosch podría ser derrocado de un momento a otro.
Poco después de esa conversación telefónica el presidente abandonó su residencia. Se dirigió al Palacio. Lo primero que hizo fue doblar la guardia, es decir, elevar la vigilancia de 60 a 120 hombres. Al mismo tiempo pidió al ministro de las Fuerzas Armadas que hiciera venir al Palacio a todos los jefes militares de las tres fuerzas, ejército marina y aviación.
Mientras esperaba, en compañía de algunos Ministros que habían acudido al Palacio al enterarse de que el presidente estaba allí y de que algo olía mal, ocurrió un incidente sin importancia, pero que merece ser relatado: una mariposa revoloteaba alrededor de Bosch, hasta el grado de llegar a ser molestosa. El ejecutivo agarró un periódico y !paff!, golpeó al bicho contra el escritorio.
El golpe fue contundente y retumbó en la habitación, como si hubiera sido un disparo. Al instante corrieron todos los soldados que hacían guardia, arma en mano, aparentemente dispuestos a entrar en acción.
«!Bravo»- exclamó uno de los acompañantes- con esta guardia tan alerta estamos garantizados!
Wessin destituido
En presencia del Ministro de la presidencia doctor Abraham Jaar y del viceministro Fabio Herrera, el presidente comenzó a escribir algo a mano.
Era el borrador de un decreto destituyendo al coronel Wessin y Wessin de la aviación militar de su rango militar. Aparentemente el presidente consideraba a Wessin una pieza fundamental en la anómala situación que se le presentaba su gobierno y estimo que, sacando lo de las filas, podría resolver o aliviar el problema.
En ese instante llegaron los oficiales que habían sido citados por el presidente por mediación de Viñas Román. O mejor dicho, llegaron casi todos los oficiales citados: faltaban los de la aviación. Eran las 12:30 de la madrugada del día 25.
Antes de presentarse ante el presidente, cuyo despacho estaba en el ala derecha del Palacio Nacional, los 14 oficiales de la Marina y el Ejército que concurrieron a las cita, se reunieron entre sí durante una hora, en el despacho de las Fuerzas Armadas en el ala izquierda del Palacio.
Finalmente poco después de la 1:30 de la madrugada, cruzaron el largo pasillo de alfombra roja que atraviesa el Palacio de extremo extremo y se presentaron al Despacho Presidencial. Sostuvieron una entrevista con el presidente a puerta cerrada, en la cual conversaron de distintos temas.
No es cierto, como se ha venido afirmando, que los oficiales presentaron un pliego de condiciones a Bosch, para darle su apoyo. El supuesto pliego no existió nunca. Pero si es verdad que los militares tocaron el tema del peligro comunista y le insinuaron el presidente que podía hacer algo más efectivo para combatirlo.
Por su parte, el presidente les comunico que se proponía cancelar a Wessin, pero antes les pidió, uno por uno, su opinión sobre esa decisión.
La mayoría opino que esa cancelación no era necesario ni conveniente. Entonces el presidente exigió que Wessin fuera trasladado a otra base, por considerar que donde estaba era peligroso para la estabilidad del gobierno.
Los militares se comunicaron telefónicamente con el general Atila Luna, quien estaba en San Isidro y le informaron lo que pasaba. Luna contestó que enviaría a sus emisarios, ligados al Palacio para discutir el asunto.
Los delegados no tardaron en llegar. Eran los oficiales Guarién Cabrera Ariza y Alvarez Albizu. Traían un mensaje categórico y terminante el general Luna: la aviación no aceptaba ningún cambio en sus filas.
Bosch recibió la noticia impávido. «Ya hemos terminado»- dijo con requedad- se pueden retirar «Y cuando estuvo a solas con sus ministros les anuncio:
«Voy a presentar mi renuncia»
Eran exactamente las 2:15 de la madrugada.
CULMINA EL GOLPE
Los oficiales se habían retirado al ala izquierda del palacio o sea a las sede del Ministerio de las Fuerzas Armadas. Bosch comenzó recoger sus cosas personales de su escritorio, mientras sus acompañantes llamar a los ministros ausentes para que acudieran a palacio.
También fueron llamados el presidente del Senado, doctor Juan Casasnovas Garrido y el presidente de la cámara de diputados, doctor Rafael Molina Ureña, para que reunieran la Asamblea Nacional.
Serían cerca de las cuatro de la mañana cuando Viñas Román regreso al despacho presidencial y denunció a Bosch , que por acuerdo de todos los oficiales, él y sus acompañantes estaban prisioneros. Entonces Bosch- o uno de sus ministros- rompió furtivamente la renuncia que ya él tenía escrita.
El golpe estaba dado. Los militares habían tomado el poder. En esos instantes comenzó a redactarse el Manifiesto de las Fuerzas Armadas que poco después sería lanzado al aire por la radio Santo Domingo, ocupada ya por los golpistas.
Como epílogo puede asegurarse, que el embajador Martín- a quien no le fue permitido entrevistarse con Bosch el día 25 a las 5:50 de la mañana cuando ya el ex-presidente era a un prisionero, – le ofreció a este los infantes de marina para restablecer el orden constitucional.
Bosch dijo, otra vez, que no. La suerte estaba ya echada. Los militares habían sido, una vez más, los árbitros del destino Latinoamericano.
Bosch hizo una sola llamada al exterior: a su esposa doña Carmen. La llamó a Puerto Rico y le informó del golpe. Es presumible que fuera ella quien se comunicara esa mañana con el presidente Rómulo Betancourt y con el gobernador Luis Muñoz Marín y no el profesor Bosch como informaron las agencias noticiosas internacionales.