Por Sin Reservas
El mundo recordó este mes una victoria épica, una batalla inedita, una hazaña de película, de hace dos años (2018), el rescate espectácular de Tailandia.
Se trata de la operación de rescate de los 12 adolescentes de entre 11 y 16 años de edad y su entrenador miembros del equipo de fútbol «Jabalíes Salvajes», que estaban atrapados en un sistema de cuevas inundado en Tham Luang Forest Park – Khun Nam Nang Non, Pong Pha, Mae Sai District, Chiang Rai 57130, Tailandia.
Estos se encontraban allí desde el 23 de junio, cuando hicieron caso omiso a las advertencias de los letreros y penetraron sin saber nadar. Solo que en los últimos días habían recibido clases aceleradas de buceo. Y para agregarle a su irresponsabilidad, a su salvajismo (haciendo honor a su nombre) las lluvias le provocaron una súbita inundación a la cueva cortándoles la salida.
El noveno día (2 de julio) de no tener noticias de los desaparecidos, y cuando se daban por muertos, estos fueron avistados por dos buzos británicos, que formaron parte del equipo internacional de rescate, los encontraron con vida y a salvo en una especie de isla seca, a unos 4 kilómetros de la entrada de las grutas.
Inmediatamente un equipo nacional e internacional, se dedicó a drenar el agua de la cueva, consiguiendo acabar con las inundaciones en algunos tramos.
Como el grupo había quedado varado en un punto alto de la cueva, en un primer momento se barajó la posibilidad de esperar a que bajaran las aguas para que pudieran salir por sus propios pies, pero esto hubiera tomado meses y extenderse hasta octubre. Por lo que analizaron las previsiones de lluvias y la caída del nivel de oxígeno dentro de la cueva y forzaron el rescate inminente.
El gobierno regional destacó que las condiciones «eran las mejores» y que los niños estaban preparados para el desafío.
La operación, concluyó con éxito el 10 de julio, pero no todo fue color de rosa. Hubo un mártir, que le llamaban Saman Gunan. Era submarinista y antiguo militar, tenía 37 años de edad y se ofreció voluntario para salvar a los niños.
Gunan, perdió el conocimiento cuando agotó el aire comprimido de su tanque, saliendo de las cuevas, tras haber recorrido más de cinco horas a llevar provisiones a los atrapados y transportando oxígeno entre dos puntos en la red subterránea, algo que tiene que hacerse en etapas ya que las distancias son muy grandes.
El buzo fue auxiliado por un compañero, quien lo sacó e intentó reanimarlo, pero fue demasiado tarde y sucumbió.
Gunan, fue honrado con un estatua, que se ha convertido en peregrinación por agradecimiento y por conocer de miles de turistas que la visitan.
El dispositivo que duró cinco días, menos de lo que se esperaba, ya que el viaje de ida y vuelta por la cueva le toma a un buceador profesional hasta 11 horas, por lo que se esperaba que el rescate tomaría más tiempo, estuvo liderado por el equipo élite de la marina y compuesto de seis helicópteros, 13 ambulancias, un camión con botellas de oxígeno, 13 buzos extranjeros y cinco nacionales, bomberos y psicólogos.
La odisea comprendió galerías anegadas de lodo y sin visibilidad, unas condiciones muy exigentes. Las autoridades habían medido durante días cuestiones como las fuerzas y la moral de los adolescentes, el menguante aire respirable en la cavidad donde permanecieron y la presumible derrota que sufrirían las centenares de bombas de extracción de agua frente al inminente monzón.
Un doctor y buzo australiano había dado horas antes la luz verde tras un chequeo a los atrapados. «Sus mentes y sus cuerpos están preparados y saben cómo se desarrollará la operación, están preparados para salir», dijo Narongsak Osotthanakorn, jefe del operativo del rescate.
Urgía aprovechar lo que quedaba de buena previsión ante el riesgo de que el acceso a la cueva quedara sellado y tuvieran que permanecer bloqueados allí hasta octubre. Tampoco quedaba tiempo para que los exploradores siguieran buscando en la superficie montañosa alguna rendija para llegar hasta el montículo conocido como la «Playa de Pattaya», donde se encontraban los niños.
La operación empezó a las 10 de la mañana (hora local) tras comprobarse que las condiciones eran las menos malas posibles y las futuras no serían mejores y cuando las bombas de extracción habían rebajado el nivel de las aguas en 70 centímetros, aunque una tromba de agua la noche del sábado había amenazado con complicar el cuadro.
Con decenas de familiares esperando, ante una tarea extremadamente difícil, caía la tarde del domingo y bajo una pertinaz llovizna aparecieron un par de submarinistas con el primer niño al que le sujetan la máscara respiratoria especial que cubría su cara en los tramos inundados, así como trajes de neopreno, cascos y botas. Lo más alentador, el plan funciona.
Y así continuo el operativo… y tras diez horas de trabajo culminó la primera jornada con cuatro rescatados, ya que tuvo que interrumpirse para reemplazar los tanques de oxígeno.
Los rescatistas se sirvieron de una cuerda de ocho milímetros de grosor extendida a lo largo del trayecto como guía. En el grueso de los cuatro kilómetros que separan la boca de la gruta del montículo donde se encuentran ya es posible hacer pie. En el resto de galerías, si son suficientemente amplias, los submarinistas abrazan a los niños por el vientre. En aquellas donde apenas cabe un cuerpo humano, los niños deben avanzar por sí mismos.
Llega el lunes, y la compleja operación de rescate es reanudada. Los buceadores sacaron sanos y salvos cuatro más, para sumar ocho. Quedan cuatro menores y su entrenador dentro de Tham Luang Forest Park.
Es martes y se pretende culminar con la operación rescate y efectivamente salvan a los últimos de las garras del monzón. Los rescatistas, los heroes cumplen con su misión.
Lo que se vivió en la comunidad, la capital provincial fue tedioso, pero desde el domingo y hasta el martes, cuando se escuchaba el zumbido de las hélices de un helicóptero y avistaban estos aparatos con un adolescente a bordo, los municipes estallaban de alegría y de júbilo.
No obstante algo triste y perturbador los embargaba, las mal llamadas autoridades manejaron con un hermetismo malvado la operación y no informaban la identidad de los rescatados, pero tampoco les permitían, ni a los familiares penetrar al hospital. Sí informaron que los rescatados se encuentran bien de salud y que supuestamente el aislamiento en el hospital fue para evitar el riesgo de infección.
Además, la prensa fue alejada de la montaña, los familiares fueron prohibidos hablar para los medios de comunicación y un grueso cordón policial protegía el hospital provincial. La única información que se recibía era por ruedas de prensa oficiales.
La suerte de los ignotos jóvenes monopolizó la atención de la prensa local e internacional. Aunque la semana anterior acabó con una cuarentena de turistas ahogados, en los arcenes mediáticos (laterales de una carretera), casi todos chinos, frente a las costas de la turística isla de Phuket. Pocos en Tailandia pusieron interes en saber cómo un barco se puede hundir a estas alturas, si los responsables salieron a la mar desoyendo las alertas meteorológicas o si estas no existieron.
Para entonces Tailandia, se encontraba bajo el gobierno de una Junta Militar, lidereada por el general y primer ministro, Prayuth Chan-ocha, que asumió en el año 2014, cuando derrocó a Yingluck Shinawatra, hermana del ex premier Thaksin Shinawatra.
El clan Shinawatra y el partido Pheu Thai han ganado todas las elecciones, pero las fuerzas militares los marginaron del poder en 2006 y 2014.
Estos se presentarían por continuar en el poder en las elecciones a realizarse el domingo 24 de marzo del 2019, y efectivamente el Partido Promilitar fue el más votado.
Se cree que la gestión del caso fue clave, ya que la crisis de los trece de Tham Luang, carece de zonas oscuras, y que la guerra de todos contra el tiempo y el agua fue un éxito y que el pueblo entendió que Chan-ocha y su gobierno, están haciendo esfuerzos para pacificar el país, que se encuentra fracturado por dos décadas.