Por: Homero Luciano
En la velada boxística de esa noche, estaba en juego la faja súper welter de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), que ostentaba el invicto monarca Davey Moore. ¿Su retador?, nada más que el legendario peleador panameño Roberto Durán, quien buscaba catapultarse a la gloria, pretendiendo inscribirse en el círculo selecto de los siete púgiles que, hasta ese entonces, se habían adueñado de tres coronas mundiales en diferentes categorías. Era obviamente, la pelea estelar de la cartelera. Ese mismo día, 16 de junio de 1983 en el Madison Square Garden de Nueva York, el séquito que le acompañaba le habían cantado “Cumpleaños Feliz”. Mano de piedra Durán, cumplía 32 años.
Durán, no era el favorito para ese combate. Estaba debajo en las apuestas, pero el Cholo, despachó a Moore, en siete memorables capítulos. Fue esa, una noche de luz y de sombras para el boxeo mundial, ya que, en una pelea preliminar en esa misma cartelera, subió al ring un prometedor joven boxeador de 21 años llamado Billy Collins Jr., para enfrentarse a un veterano púgil puertorriqueño llamado Luis Resto. Este combate dejó indeleblemente marcado el boxeo. Es la mancha, que a pesar de haber transcurrido ya 34 años, se considera como una de las acciones criminales más repugnante en la historia del deporte de Fistiana.
Billy Collins Jr., manejado de la mano de su padre, un hombre conocedor del box conducía a su hijo por el camino del éxito. Tenía un registro invicto en 14 combates, 11 de ellos por nocauts. Su pelea con Luis Resto, estaba diseñada como un peldaño que Billy, saltaría sin dificultad. Por su parte Resto, en 29 peleas, tenía record de 20-8-1, no una cosa del otro mundo, pero sí una prueba importante para Collins, quien se perfilaba como una estrella rumbo al campeonato en su división.
De la mano del “oscuro” entrenador Panamá Lewis, desde que sonó la campana Luis Resto, se fue imponiendo en una pelea sin cuartel. Ya para el tercer asalto el rostro de Billy Collins Jr., estaba sorprendentemente inflamado.
«Durante el transcurso de cada asalto le expresaba a su padre de lo fuerte que pegaba Resto», y, aun así, Billy, logró resistir hasta el final. La pelea se decidió por puntos y Resto, ganaba por decisión unánime de los jueces.
Al felicitar a Resto, Billy Collins Senior, siente algo extraño en los guantes del victorioso Presto, exigiendo en ese mismo instante a los comisionados presentes que le sean incautado para una revisión.
El resultado arrojado por la comisión de la experticia fue que la espuma del interior de los guantes había sido removida, y en su lugar colocaron yeso, producto del cual le produjo a Collins, una lesión en la retina del ojo derecho y severos daños en el izquierdo, cuya lesión le impidieron volver a subirse a un ring. Le habían arruinado su carrera.
Dos semanas después de la pelea, se leía en varios periódicos de entonces esta información: “Luis Resto y su entrenador, Panamá Lewis, son vetados del deporte por el resto de sus vidas”. Más tarde fueron llevados a la justicia, juzgados y condenados a dos y tres años de cárcel respectivamente.
Se conjetura que Collins después de esta “derrota” cayó en una terrible depresión y muere 9 meses después, a los 22 años, en uno oscuro y aparatoso accidente automovilístico.
Asalto en el ring (Assault in the ring) es un excelente documental de HBO, realizado en el año 2009, dirigida y producida por Eric Drath, logrando desempolvar esta trágica historia, y que, discurrido treinta y cuatro años, hemos querido rememorar, al considerarla interesante para los que amamos este apasionante deporte.
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