Por María Celsa Rodríguez
Todo comienza en el Foro de Sao Paulo en 1990, donde los partidos de izquierda, los que apoyaban la antiglobalización, el antimperialismo, -los comunistas y socialistas radicales-, encontraron un lugar para unir fuerzas. En aquel momento, el único que se encontraba en el poder, era el Partido Comunista de Cuba (PCC). Su propósito era consolidar de tal modo el Foro para que sea una gran estructura de mando centralizada, controlada y manejada por los grupos terroristas de América Latina, para lograr reconstruir lo que fue la Internacional Socialista bajo la batuta de Castro.
Con el paso del tiempo y con una estrategia manejada desde allí, el Socialismo del Siglo XXI comenzaba a tomar los gobiernos de casi todos los países de latinoamérica y fue la génesis del mal, donde el populismo le abrió las puertas de par en par a su nefasto poderío.
El primero fue Hugo Chávez que gana en Venezuela en 1999; luego Lula da Silva del Partido de los Trabajadores gana en Brasil en el 2002; le sigue Tabaré Vázquez del Frente Amplio en el 2004 que gana en Uruguay; al año siguiente Evo Morales por el Movimiento al Socialismo gana en Bolivia; Michalle Bachelet por el Partido Socialista en el 2006 gana en Chile; Rafael Correa en el 2006 en Ecuador por la Alianza PAIS; Daniel Ortega por el Frente Sandinista de Liberación Nacional en el 2006 en Nicaragua; Fernando Lugo en Paraguay por la Alianza Patriotica para el Cambio en el 2008; José Mujica en el 2009 – en Uruguay- por el Frente Amplio; Mauricio Funes por el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional en el Salvador en el 2009; Dilma Rousseff por el Partido de los Trabajadores de Brasil en el 2010; Ollanta Humala por el Partido Nacionalista del Perú en el 2011; Nicolas Maduro por el Partido Socialista Unidos – en Venezuela- en el 2013; Bachelet nuevamente en el 2014 en Chile, y Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner que gobernaron 12 años la Argentina.
Todos ellos son los protagonistas de una trama perfectamente orquestada desde Cuba como una gran muro de contención política, económica y social contra Estados Unidos, contra el capitalismo y la economía de libre mercado, contra el liberalismo, y que solo dejaron como balance: pobreza, retraso, ignorancia y corrupción.
Ese llamado «Socialismo del Siglo XXI» se bosquejó sobre un nuevo diseño de lo viejo del colectivismo y estatismo del Socialismo del siglo XX , -del que ya nos hablara Ludwing von Mises-, retroalimentándose y reorganizándose para armonizar con un marxismo mas edulcorado.´
Sus filosofías se alejan de la realidad sobre las que se asientan, fortaleciéndose con un discurso envuelto en velos de mentiras, donde hay una bipolaridad de percepciones y todo queda dominado por las circunstancias. Como bien lo explica Guillermo Rodríguez González en su libro «El Socialismo del Siglo XXI»: argumentan «la inexistencia de la realidad objetiva con que postulan la inexistencia de seudo realidades alternas dependientes de las percepciones. Confundiendo circunstancias con realidad, se construyen filosofías según las cuales no existiría la realidad como tal, por lo que no existiría entonces la verdad, limitándose todo a meras percepciones. Como la percepción depende de la posición del sujeto», entonces, «real vendría a ser, […] lo que a cada cuál le de la gana».
Lula da Silva fue un engranaje de esta súper estructura política digitalizada desde Cuba, que tiene poder en la OEA, un manejo diplomático, político, económico y social en una parte del mundo. Opera en organismos internacionales, pero por otro lado, reaccionan contra la democracia y contra la libertad de los pueblos, al violar derechos humanos, al permitir el narcotráfico, al fomentar el comercio ilegal, la trata de personas, financiar el terrorismo y apoyar a movimientos subversivos, la corrupción, el reduccionismo, el clientelismo sumiso, subsidiando la vagancia y la ignorancia de los jóvenes.
La Habana y Caracas fue el centro de operaciones de esta estrategia que se enarboló en Sao Paulo, donde el carisma de Hugo Chávez fortalecido del oro negro venezolano, compró la amistad de ambiciosos presidentes para nutrir la propaganda que llevara al éxito al modelo que diseñó Castro y así convertir Latinoamérica en una fortaleza ideológica comunista que ya había fallado en el Siglo XX en Rusia y Europa. Y poner los países a los pies del castrismo.
Las banderas del feminismo, el ecologismo, el indigenismo, el islamismo, los homosexuales y el orgullo gay versus el matrimonio igualitario, los colectivos profesionales, los grupos narcoterroristas de Colombia: FARC, ELN y M-19, los tupa-maros, los movimientos sociales de desocupados, los sin tierras, las ONG y todas las ideas de inclusión de ciertas minorías, encontraron su espacio y fueron parte de esta estrategia donde el enemigo era «el imperialismo Yanqui», el capitalismo, el sistema institucional europeizante, los principios republicanos, las corporaciones y multinacionales.
Como así también las fuerzas de seguridad y defensa de los países, por eso «el Foro de Sao Paulo dice en 1993, en la declaración final de su cuarta conferencia, en La Habana: “las Fuerzas Armadas constituyen una de las amenazas más serias a la construcción de la democracia política en Latinoamérica”. Tomas Borge, sandinista y miembro del FSP dijo que “los ejércitos sólo sirven para dar golpes de Estado y para reprimir al pueblo […] son un cáncer en nuestros países […] no hay razón para que sigan existiendo».
Lula da Silva, durante estos años fue un embajador del Brasil, llevando las ideas que fueron amasadas en el Foro de Sao Paulo a todo el mundo. ¿Fue un encantador de serpientes mientras vendía el milagro brasilero? Diríamos que si.
El caso Mensalao lo puso en el centro de las sospechas y sus cocardas doradas cayeron al suelo, al quedar involucrado en los casos de corrupción que manchan la política del Brasil.