MI VOZ ESCRITA, Por Jorge Herrera
Si como dice la Junta Central Electoral (JCE), al día 3 del corriente mes de noviembre, dos millones de potenciales votantes no se han interesado en tener la nueva Cédula de Identidad y Electoral, no hay que ser un Pitágoras para saber que la abstención en los comicios del próximo año será histórica. Lo importante sería adivinar el beneficiario.
El vaticinio puede hacerse sin temor a yerro con una simple operación aritmética; y las razones las puede resumir un sociólogo observador en una frase sencilla: Falta de confianza del electorado en el órgano regulador de las elecciones. Ahora, lo del beneficiario es un verdadero misterio.
Si Roberto Rosario tuviera sano interés en que el conteo de los sufragios no sea traumático ni desencadene los demonios del averno, en lugar de afanarse en procurar que la población crea que él es imparcial, ya hubiese renunciado; en tanto sólo para la claque de Palacio es confiable. Con ese tipo de actitud es que se demuestra la sinceridad de los sentimientos.
El desorden que hay en este país en el orden institucional, ya le falta poco para que degenere en una anarquía absoluta, y así acabemos de trillar el camino de la descomposición social. Es de suponer por lógica elemental que la fuente de datos sobre natalicios del periódico Diario Libre, es de la Junta Central Electoral (JCE), pues tiene bajo su control las Oficialías del Estado Civil.
Sin embargo, ¡insólito!, como dijera en cierta ocasión el escritor y político Manuel Arturo Peña Batlle. En la edición de hace pocos días dicho matutino publicó que el locutor Reinaldo Balcácer Vega, estaba de cumpleaños; yo que fui su compañero de trabajo y su amigo, sólo dije para mis adentros: ¡Ojalá, fuera cierto!
Con esta cita anecdótica quiero abundar sobre el desorden a que me he referido, y alertar a la ciudadanía dominicana en cuanto a lo que puede suceder en las elecciones de mayo de 2016. Ante la abstención histórica que se avecina, según la información de la propia Junta, “votarán más muertos que vivos”. ¡Qué Dios nos encuentre confesados!…
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