MI VOZ ESCRITA, Por Jorge Herrera
Cuando se escriba la verdadera historia de la radiodifusión dominicana, por supuesto con el debido respeto al antes y el después del vil asesinato del Generalísimo Trujillo, es más que posible que los que han opinado y pontificado sobre el tema, con pretendida propiedad, resulten ridículos y desacreditados.
Desde siempre, este país ha sido un conglomerado de buenos ciudadanos, pero ingenuos. Por eso durante mucho tiempo han sido burlados de manera canallesca por unos “vivos” que se hicieron millonarios o multimillonarios, dependiendo de la duración de la estafa, a expensas del talento creativo de otros de allende los mares.
Hubo muchos de esos granujas que tuvieron la desfachatez de procurarse con malas artes el apoyo de patrocinadores cuasi cautivos de sus mediocres producciones y también a potenciales anunciantes para que respaldaran sus plagiados proyectos sin la menor consideración ni escrúpulo.
Habría que saber, tarea que pienso imposible, cuál es el límite del afán desmedido de acumular riquezas materiales de ciertos malandrines, si a final de cuentas, cuando la parca nos cite a comparecer ante la presencia del Señor, no tienen ningún valor.
Sobre todo cuando el medio utilizado para lograrlas, ha sido espurio.
Siempre que se trate de decir o descubrir la verdad, no tengo fórmula ni forma para evitar implicarme con responsabilidad, y sin que importen las consecuencias. A veces pienso que es un mandato de mi sino que no debo desdeñar sólo porque sí o por miedo. ¡Gracias le doy a Dios por no incluir en mi genoma ese denigrante concepto!
Sé que muchos están ansiosos por saber cuál es el móvil, el motivo real de estas disquisiciones; pero como también estoy consciente de que la curiosidad no mata, sólo voy a adelantar que se trata de pagar una deuda histórica de reconocimiento “post mortem” que debí haber saldado hace mucho tiempo con el radiodifusor con más luces que parió este país…