Por Guillermo Cifuentes
Que animen a los que aprendieron rápidamente de sus aliados lo innovador que es repartir funditas con arroz y a los que pronto sus equipos estratégicos les recomendarán una marca de salami. Guillermo Cifuentes
“Qué difícil se me hace, cargar todo este equipaje, se hace dura una subida al caminar. Esta realidad tirana que se ríe a carcajadas, porque espera que me canse de buscar”. Llegado a la isla por culpa del pecado. Fue columnista del diario “La Discusión” de Chillán, (Chile).
“Para caminar mil kilómetros, hay que dar un paso”, Proverbio chino
La reaparición de las encuestas electorales crea un espectáculo definitivamente nuevo, especialmente para quienes creen equivocadamente que ellas pueden ser consideradas predictores electorales.
Es muy interesante advertir como se pierde la compostura, como se evidencia la falta de objetividad. No soy de los que esperan imparcialidad de nadie que sea capaz de hilvanar tres oraciones con una idea.
El lenguaje se pone violento, descalificador, y, lo peor, apuntan para donde no es, producto de esa “tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida” que es como define la RAE a la nostalgia. Y se apoderan del escenario los melancólicos con su “Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que quien la padece no encuentre gusto ni diversión en nada” cuando caen en cuenta que ya no es posible formar una agrupación unitaria capaz de incluir a los dueños del carro y a los que ponían la bomba. Ahora dirigen sus cañones, hace tiempo descargados por el paso del tiempo y por los cambios que es posible observar, se valoren o no.
La sentencia terrible del “matadero electoral”, un argumento que la historia ha dejado como factor determinante de al menos dos “triunfos electorales” de Balaguer, ha irrumpido desde las sombras tenebrosas del pasado, que aspiran a repetir.
Muy distinto es que quienes estén decididos a competir en la próxima contienda electoral sepan y tomen las medidas de lugar para enfrentar una elección que de competitiva tiene muy poco y en la que la “doctrina del zafacón” (donde termina todo junto) está definitivamente condenada a ser derrotada, según los propios melancólicos que usan las encuestas para dar miedo.
Se evidencia perfectamente un pensamiento conservador propio de una cultura política en que se ha evitado el cambio subordinándose y acompañándose de quienes no solo no lo quieren, sino que existen políticamente para evitarlo como lo demostraron con un éxito que debiera envidiarse, en 1996 y que ahora se aseguran estando en todas partes.
La dificultad de elecciones competitivas y verdaderamente democráticas debiera ser un acicate para los demócratas para coordinar acciones que mejoren las condiciones de la competencia, pero es evidente que no será posible si se tiene entre las amistades a los que cada cuatro años refinan los mecanismos del fraude. Ahí está el problema.
Quienes se nieguen a tal estrategia, merecen un homenaje, no descalificaciones injustas desde las tribunas que prestan justamente una de las mejores pruebas de la inequidad: los grupos que controlan los medios de comunicación.
Así las cosas, el reconocimiento de que van a ser derrotados no justifica “encender el abanico”. Mucho mejor sería “cambiar el switch”, aunque duela dejar para la historia categorías de análisis que lo único que han conseguido es conducirnos hasta aquí.
El cambio político necesario en pleno siglo XXI, requiere además de coraje, una profunda autocrítica especialmente de quienes han sido creadores de opinión pública, que tienen millones de minutos, miles de semanas y toneladas de palabras y cuando ven que las cosas no les resultan: insultan.
Mención aparte para los dioses que ocupan el Olimpo por mérito y bravura, por valientes compromisos actuales y pasados. No pueden pedirle a otros u otras que hagan lo que ellos no han hecho para seguir habitando esa cima del honor. Si creen en verdad que lo que hay que hacer es “emporcarse”, que desciendan un día, solo un día y promuevan las candidaturas del ‘cambio’ en Monte Cristi o en Santiago Rodríguez. Que animen a los que aprendieron rápidamente de sus aliados lo innovador que es repartir funditas con arroz y a los que pronto sus equipos estratégicos les recomendarán una marca de salami.
Es abuso a la inteligencia despacharse juicios para instalar la idea que alguien espera una segunda vuelta para hacer allí una concertación, o el malogrado frente opositor o la nueva y genial creación del frente anti reeleccionista (tienen aliados que votaron favorablemente la reforma de 2015 y no se han dado cuenta). Revisen segundas vueltas y se darán cuenta que la mayoría no tiene ese componente. Aquí o falta conocimiento de otras experiencias, o creen que todos hacen política como los que imprudentemente insinúan esa posibilidad.
Finalmente habrá que hacerse una pregunta que de inocente no tiene nada. ¿Y si el problema fuera que el candidato es malo? Todavía hay tiempo si es que de verdad se hace cargo de lo evidente: no gana, para que el único que no tiene ambición personal (prefiere los parques nacionales) llame en auxilio a alguien que marcaría mejor.