Por Guillermo Cifuentes
¿No será que por temerles a sus excesos se han devaluado demasiado las ideologías y la acción colectiva hasta amenazar con la intemperie?, Carlos Peña (Rector UDP)
Debe haber sido un mes antes de las elecciones presidenciales y legislativas chilenas de diciembre de 1989 en las que fue elegido Patricio Aylwin. Recuerdo que andábamos cumpliendo actividades de campaña en Bulnes, una ciudad al sur de Chillán, cuando un compañero de apellido Egaña, viajó desde Santiago, para darnos las últimas orientaciones del final de campaña que iban desde la indicación de que cuando nos refiriéramos al candidato presidencial debía hacerse como “Don Patricio” (quedaba prohibido referirnos a él como “El Pato”) hasta las instrucciones que desde mi punto de vista deben recordarse si buscamos explicación a lo que está ocurriendo en Latinoamérica, especialmente en Brasil: “Queda absolutamente prohibido que en actos de campaña se hagan críticas a la política económica de Pinochet”. Cuando nos dijo eso ya había sido pactado el respeto a la Constitución de 1980, con las sabidas consecuencias que aún padece Chile, donde están al día de hoy vigentes la Constitución de la dictadura y su sistema económico. Parafraseando a Vargas Llosa, “ahí fue donde se jodió todo”.
Y es que cuando la izquierda y el progresismo renuncia a lo que le es propio, a lo que lo define y debiera ser lo que motorice su acción política, se va quedando sin fuerza, sin espíritu y comienza a hacer lo que hacen los adversarios. Nada mejor que recordar esa especial forma de integración latinoamericana ideada y practicada por Lula y el PT, consistente en articular presidentes y grandes empresarios para asegurar la hegemonía continental que con seguridad le exigía el BRICS y cuya espiritualidad era la transnacionalización de la corrupción.
Ahora, sobre las ocurrencias brasileñas, es un buen pie de amigo hacer la reflexión desde la carta de Manuel Castells. Los más jóvenes como Miguel Sang Ben, afirman la autoridad del autor de la carta por su libro en tres tomos “La Era de la Información” escrito en Sillicon Valley. Los más viejos -y para peor chilenos- seguimos teniendo a Castells I y “La cuestión urbana” como una referencia decisiva del autor y de sus ideas respecto de los movimientos sociales, de los “consumos urbanos” y por supuesto del desafío pendiente de una nueva ciudad con anchas alamedas. Castells I escribía desde los “conventillos”, desde las “callampas”, desde el Campamento “Nueva La Habana” o “La Victoria”. No estoy reclamando los cambios, sólo se deben evitar las falsificaciones.
Discrepo con la carta en la referencia a “la moderación” de Haddad, como una característica que le podría ayudar frente a la segunda vuelta pues creo que su moderación le va a sumar tantos votos como le suman las fotografía participando de una misa y lo anoto porque la moderación hace tiempo que abandonó el escenario político brasileño. No tiene nada de moderado que un candidato estando preso marcara bien en las encuestas. El recurso de acercarse al centro –siempre inexistente- lo que demostró en América Latina, fue como abrirle el camino a la derecha, que aunque no es democrática, aprendió a ganar elecciones al mismo tiempo que la izquierda aprendió a perderlas o si no que alguien me explique cómo se le ocurre a un candidato creer que puede ganar una elección asistendo a una celda en busca de apoyo y consejo político. Debe destacarse que en las elecciones recién pasadas la votación del PT se mantuvo (eligió 53 diputados), lo que sancionó el electorado fueron las conductas de sus dirigentes, no olviden que Dilma, perdió también su elección a senadora.
Entonces creo -y que perdone el maestro Castells- que la moderación que no tiene Bolsonaro pero que lo tiene donde está, no debe ser la inspiración de la campaña de Haddad. Si no se separa de Lula, que está siendo un ladrillo amarrado al cuello, difícilmente podrá superar al engendro neoliberal. Ya se supo que no visitará a Lula, en la cárcel durante la campaña de la segunda vuelta y eso no es ser moderado, es abandonar la estupidez.
Y Castell, finalmente tiene la razón: no queda más que votar por Haddad, aunque sea para evitarle una derrota demasiado indecorosa que ponga en primer plano la escasa moderación de Lula y el PT cuando se trató de Petrobras, del Mensalao, del Lava Jato, Odebrecht y OAS y que describe asi Castell: “… el PT, un partido hoy día desprestigiado por haber participado en corrupción.” Aquí no puedo dejar de recordar a Joao Santana, cosas de la memoria.
Pero si la suerte de Brasil, anuncia nuevos dolores latinoamericanos, resta explicar el por qué. Un porqué que a estas alturas no tiene necesariamente que ver con los resultados electorales, tiene que ver con la forma en cómo el progresismo y la izquierda enfrentarán esta nueva oleada neoliberal facilitada, como en Brasil, por el progresismo y la izquierda. Es notorio que buscar caminos que imposibiliten salidas como la brasileña en Venezuela o Nicaragua, es la gran tarea del progresismo y de la izquierda pues es evidente que en cada “oposición pacífica” hay un Bolsonaro de contrabando.
No es posible ignorar que el neoliberalismo que intenta el asalto final en Latinoamérica no es democrático, nunca lo ha sido y esa no es una acusación de un antineoliberal, es lo que decia Hayek, uno de los padres neoliberales, acerca de la necesidad y utilidad de las dictaduras y que cuenta entre sus más mediocres admiradores a negacionistas que viven buscándole las cosas buenas a las dictaduras.
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