MI VOZ ESCRITA, Por Jorge Herrera
La exquisita narradora de novelas y cuentos Isabel Allende, en su magnífica creación “El Zorro” destaca que doña Eulalia, uno de los personajes principales, confiaba en “el triunfo de la ambición desmedida sobre cualquier demencia de amor”; convencida, por supuesto, de que su pragmática actitud es la correcta.
Si se extrapola esa conducta al actual manejo proselitista del presidente y de sus acólitos rentistas, sin que medie siquiera una excusa decente ante tanta desfachatez es muy sensato suponer entonces que el alegado liderazgo nacional de Danilo Medina Sánchez es una grotesca y vergonzosa fantasía.
Tan grotesca, que resulta risible que una persona cuyo éxito político es tan cuestionado tenga la coraza de creerse dueño y señor de la voluntad del pueblo que de manera inmisericorde ha mancillado mediante el fraude y con un asistencialismo que afrenta más que lo que resuelve; y, además envilece.
Sin embargo, hay algo tan o más afrentoso y vergonzoso: gente que debió estar en alerta roja ante otra estratagema de Danilo, está inexplicablemente coincidiendo con su plan, tal y como él lo concibió. ¿Quién en su sano juicio va a creer que el Congreso en el tema del aborto actuó con independencia?
¡Sería un contrasentido del tamaño de la basílica de Higuey!
Porque, entonces, ¿cuál era el afán de Danilo por también tener el control del “primer poder del Estado” a través de su incondicional Reinaldo Pared Pérez y de su hermanita Lucía?
Como dicen que lo que más se parece a Dios es un presidente, es más que probable que Danilo esté pensando que no sólo se parece sino que él es un Dios.
¿Acaso estamos presenciando la versión pos-moderna de la caída del Ángel bello de la Creación, según la tradición histórica del cristianismo?
Jugar a ser el bueno con cartas marcadas a costa de distraer la atención de la opinión pública podría ser un error costoso para un estadista. Danilo debe ser sincero consigo mismo y con el país. Al igual que su último líder, el profesor Bosch, Danilo Medina es partidario del Estado laico y del rompimiento definitivo del acuerdo con la Santa Sede.