MI VOZ ESCRITA, Por Jorge Herrera
Si yo fuera Danilo, me acostumbrara a ver con humildad el rostro implacable, pero siempre justiciero de la verdad. El endiosamiento que le procuró la torpeza del otro, hace tiempo que lo hubiera tirado por la borda, pues a final de cuentas le agenció más mal que bien, aunque él no lo quiera entender.
Agradaría, aunque no se sabrá nunca hasta donde que el más conspicuo de los saltimbanquis de la política dominicana, se dé cuenta de que irremediablemente va “cuesta abajo en su rodada”; que, ciertamente, como afirma el escritor británico Walter Scott “la venganza es el manjar más sabroso condimentado en el infierno”.
Ahora que el presidente Danilo Medina Sánchez ha dejado al desnudo que la razón fundamental de su mefistofélica estrategia tiene raíces en el odio contra Leonel Fernández que acunó en su corazón de manera calculada y paciente, desde aquella impotente y lastimera exclamación: Me venció el Estado; no hay que ser oráculo de Delfos para concluir que el continuismo de Danilo está a un tris del fracaso.
¡Ah, las cosas de la vida! Lo delicioso de ese fracaso es que el verdadero PRD, el PRD fundado por Enrique Cotubanamá Henríquez, Ángel Miolán, Nicolás Silfa, Juan Isidro Jimenes Grullón y Ramón A. Castillo, entre otros; además, secundado por dirigentes históricos de la valía de Hugo Tolentino Dipp, Ivelisse Prats, José Rafael Abinader y Ramón Alburquerque, no ha tenido que mover un dedo.
La debacle del azaroso y festinado plan continuista con toda su parafernalia y sueños dictatoriales amparados en la absurda por anti dialéctica tesis boschista, está a punto del colapso, pero eso no es todo; la gracia del cuento es que se ha venido desmoronando, como si una fuerza inescrutable lo hubiese determinado.
Una “diosidad” como dice mi hijo Eulalio Aníbal Herrera Fernández, quien con atinado y cuasi preclaro juicio me razonó que como las casualidades tienen categoría histórica, según demostró Carlos Marx, el padre del materialismo dialéctico, las cosas de Dios, además tienen la voluntad de su Gran Poder…