Por Ricardo Bustos
Han pasado 16 años y la hipocresía de la política argentina, escondiendo una verdad que la mayoría de los políticos conoce y muy bien, asoma la cabeza sobre las calles del país tratando de socavar los cimientos de las instituciones que la Constitución Nacional nos otorgó para desarrollar con normas democráticas, los proyectos necesarios para que una nación sea sustentable.
A nadie escapa que el peronismo sufre cuando no está en el poder y tiene armas suficientes como para tratar de impedir que otras opciones puedan gobernar en libertad y sin sobresaltos.
En el año 2001, los que aún tenemos la memoria fresca por los acontecimientos que pusieron a la república al borde de la desintegración, recordamos que fueron los dirigentes del movimiento que fundó el general quienes «fogonearon» la caída de un gobierno democráticamente elegido. No fué casualidad que, ante el peligro que representaban los saqueos, manifestaciones masivas y abandono de responsabilidades por parte de toda la dirigencia política ante una crisis tan grave, volviera a tener como protagonistas para ocupar espacios vacíos de poder a un referente del peronismo.
Había varias opciones y nombres como para que el Senado intentara restablecer la gobernabilidad hasta que se volviera a llamar a elecciones nuevamente, pero, casualmente una vez más se eligió a quien desde su domicilio conducía a la «tropa» que después lo aplaudiría cuando le colocaron la banda presidencial. El mismo dirigente que había perdido las elecciones presidenciales a manos de la extraña ALIANZA, donde se juntaban la biblia y el calefón, era convocado (casualmente) por quienes desde el propio Congreso de la Nación, forzaron la derrota de un presidente constitucional. Ese hombre que antes había tenido disputas serias con el ex presidente Carlos Menem, encontraba ahora el camino expedito para vencer aquella tan mentada maldición que nunca había permitido a un gobernador bonaerense llegar a la presidencia de la nación elegido por el voto popular. Si volvemos apenas dos años en el tiempo, veremos que Daniel Scioli, tampoco lo pudo lograr.
Fué Eduardo Alberto Duhalde, quien desde el sillón del comando peronista «duro» de la provincia de Buenos Aires, encendió el fuego, puso la olla con agua y cuando estaba hirviendo, llegó con la carne y la verdura para comenzar a cocinar algo que a ojos vista se transformó en la rebelión más escandalosa, social, económica y política de los últimos 50 años.
Ayer, 14 de diciembre de 2017, el fantasma de ese mismo artilugio, volvió a volar , cual «Dron» con mucha batería, sobre las calles de una Ciudad convulsionada por las marchas que ya se hicieron costumbre y muchas veces solo sirven para dirimir el poder de cada gremio de cara a las elecciones internas. El caso de las dos CTA es la prueba mas evidente. El gremio de ATE, se ha convertido en el brazo armado de la central obrera izquierdista, manifestando de manera violenta en todas las calles del país para demostrar la fuerza que tiene dentro del gremialismo argentino.
Como para muestra solo basta un botón y a las pruebas me remito, basta con ver los resultados de las elecciones generales, para convencernos que aquellos que hacen mucho ruido por las calles, no llenan una urna en un barrio y en las Legislaturas solo representan menos del 5 % del electorado.
En la multitudinaria marcha que realizaron ayer (todavía no sabemos quienes porque no había un líder visible) se pudo ver y escuchar a muchos periodistas que consultaban a los manifestantes sobre los motivos de esa protesta y la sorpresa llegaba cuando la mayoría de los entrevistados «no tenía idea para que habían sido convocados».
Lamentablemente, como tenemos un grave problema cultural en la sociedad, se traslada de la misma manera a la dirigencia política y los resultados están a la vista. Diputados que se suben a las mesas para separar a sus colegas cuando se toman a golpes de puño, insultos y agresiones de otros al presidente de la Cámara en plena sesión, faltando a las normas institucionales sin que alguno de los presentes levante la voz y denuncie semejante atropello en medio del recinto. Imágenes que todo el país pudo ver desde su hogar por las pantallas del televisor y en eso los políticos no piensan sobre la imagen que dejan en la sociedad.
Es muy triste comprobar el bajo nivel de instrucción de nuestros representantes en gran parte del territorio nacional. Escuchar a muchos Concejales, Intendentes, Diputados provinciales o nacionales en un improvisado discurso, nos demuestra que estamos lejos de lograr la tan ansiada calidad institucional. Todavía vivimos en la época de las carretas, cuando se buscaba para ocupar las listas de candidatos al Doctor (que muchas veces no era tal) o al puntero que mas votos había arrimado al Partido en las últimas elecciones. Eso hoy, en muchos distritos continúa vigente pero fueron reemplazadas las carretas por lujosas 4×4 que recorren los barrios pobres captando votos para los mismos Partidos.
Si buscamos en el diccionario la palabra ESPERANZA, nos dirá que es la «confianza en que ocurrirá o se logrará lo que se desea». Así las cosas y como expresión de ese mismo deseo, anhelo de todo corazón que antes de abandonar esta juventud acumulada en mi cuerpo, el país encuentre la paz y prosperidad que nunca tuvo.
Algún día, quizá las «Felices Fiestas» dejen de ser una preocupación porque los violentos han desaparecido.
«Es necesario esperar, aunque la esperanza haya de verse siempre frustrada, pues la esperanza misma constituye una dicha, y sus fracasos, por frecuentes que sean, son menos horribles que su extinción». Samuel Johnson (1709-1784) Escritor inglés.
El autor es: Locutor Nacional-Comunicador.
Capiovi Misiones, Argentina
DNI 7788556