Por Maximino Brito Lazala
«Dedicado a todos los que cada día hacen genialidades sin ser genio, que hacen del amanecer la empresa más grande del mundo: Ser feliz».
Tras Og Mandino, encontre al Albert Einstein, la librería más grande la cuidad no tenía en su escaparate al libro que más se ha impreso después de la Santa Biblia en occidente: EL VENDEDOR MÁS GRANDE DEL MUNDO.
Para mi asombro la obra no está en su inventario, entonces eché un suspiro y empecé a caminar. de repente se produjo el encuentro que me rejuveneció, casi a la velocidad de la luz se transformó mi mente: EL GENIO estaba ahí y nadie hacía fila para saludarlo, sonreido posé a su lado, rescotado en la curvatura del espacio tiempo.
Me di cuenta que en blanco y negro el viejo genio nos observaba, y que solo tenía que creer, que si el pudo, yo podía salir de esos anaqueles llenos de páginas de sabios consejos y canto a las ferias de las vanidades con una sonrisa, porque esa tarde había sido genial, estaba de regreso emprendiendo la marcha triunfal sobre mis sueños como una realidad irrefutable.
La tarde parecía tomar un sorbito de mi felicidad, y la soledad muda era el presagio de que estaba de regreso, pronto vendrían los aplausos, de los que me creyeron siempre, que me aman, y mi genial victoria lo ha hecho feliz, y me pareció escuchar un susurro del viejo genio y maestro Albert Einstein:
«Cuidado, cuidado Maximino, que los que no creyeron nunca estarán en las primeras filas».
Y sin darme por vencido volví tras Og Mandino, y pregunté que si podía conseguir EL MILAGRO MÁS GRANDE DEL MUNDO, pero tampoco estaba en inventario, y cobijado por el Dios, de Abraham, Isaac y Jacob, que me dio la victoria, entre burbujas de amor, tuve la genial idea de que esa tarde de mi brotaran copos de felicidad.
La estrategia genial que venció mis adversarios: Cuando los puse a pelear con un espanta pájaro
El autor es: Ingeniero, Empresario (Presidente del Fondo Privado de Inversión), Experto en Geopolítica y Negocios y Poeta
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