Por María Celsa Rodríguez
El Pacto Migratorio de 40 páginas no es vinculante, eso quiere decir que no es obligatorio, pero tiene la oposición de varios países europeos y de los EE. UU. En el fondo, busca obtener la cooperación en el tema más controversial como es la migración abierta o más edulcorada y esto es ratificada por el organismo socialista internacional de la ONU.
Los países que lo rechazaron son Austria, Hungría, Polonia, República Checa, Eslovenia, Bulgaria, Israel y Australia.
Algunos decidieron primero tratar el tema en sus parlamentos antes de firmar algo colectivamente, tal el caso de Italia y Suiza, este último vive en carne propia los desaciertos del multiculturalismo con el choque cultural con los musulmanes.
Alemania, por su parte aplicó una medida estratégica, al ser tratado en su Parlamento, y votándose a favor, pero al no ser vinculante se detuvieron en la postura que no tendría consecuencias en sus fronteras, ya que no modificará la ley interna por lo tanto no tiene efectos imperativos.
Argentina, se alineo a la propuesta, comprometiéndose a evitar la migración de tipo regular y de permitir el retorno a sus países de origen de una forma más digna. De todos modos el gobierno ha endurecido los controles en las fronteras lo que se contradice con este pacto de fronteras abiertas. Aunque la ambiguedad es un mecanismo habitual del ejecutivo argentino.
Ernesto Araújo, que será el ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, dijo que el Pacto es «un instrumento inapropiado» … y que «a inmigración no debería ser tratada como un tema global, sino en concordancia con la realidad de cada país».
La izquierda aprueba el pacto mientras los movimientos más lineales y la extrema derecha ven a este Pacto con una visión más positiva, aunque no tiene en cuenta sus efectos en materia económica, en infraestructura interna, en las cuestiones laborales, de salud, educativas, religiosas y de ensamblaje cultural donde la convivencia genera confrontaciones y conflictos internos.
De acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones, el número de migrantes en el mundo oscilan alrededor de casi 3,300 millones de personas.
Y no es lo mismo decir “migrantes” que “refugiados “cuando estos últimos de acuerdo con el Estatuto de Refugiados de la Convención de Ginebra, tienen derecho a la protección del Estado receptor. No pasa lo mismo con los migrantes que tienen una categoría de legales (con papeles) e ilegales que son los rechazados y expulsados.
De igual forma, los argumentos que sostienen que tanto los migrantes como los refugiados no deben caer bajo la intolerancia, la xenofobia, el racismo o la discriminación, tampoco podemos ubicarnos en la irracionalidad de abrir las puertas de nuestras fronteras de par en par sin medir las consecuencias internas, con efectos letales para nuestros propios países.
Como dijo el Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Roberto Ampuero:
“Nadie puede decir que Chile, está en contra del multiculturalismo ni de los derechos humanos. Cualquier persona es libre de salir de su país tiene derecho a hacerlo, los migrantes claro que si tienen derechos. Pero cada país tiene derecho y es soberano también de fijar sus propias reglas de migraciones”.
Con esto queda claro que un Organismo internacional no puede decirnos que hacer con los que quieren ingresar al país de forma ilegal, porque el derecho de admisión lo tienen los países no la orden de la ONU.
La autora es: Directora de ChacoRealidades; www.chacorealidades.blogspot.com.ar; Analista del Circulo Acton Chile @CirculoActonChile