MI VOZ ESCRITA, Por Jorge Herrera
Consumado el fraude ejecutado por el inefable Roberto Rosario Márquez con la tutoría de la perversidad personificada en el Poder, y cuya extensión aún está pendiente de determinar, lo cierto es que, quizás entre muchos, hay un detalle difícil de explicar o que la explicación uno la entienda. ¿Comprende?
El detalle es a propósito de la votación porcentual que se alega recibieron las letras que mal donadas lidera un señor que se apellida Vargas sin sonrojo.
De acuerdo a los números que de manera medalaganaria y repentina distribuyó el equipo técnico que manejó el sistema electrónico de la Junta Central Electoral resulta que la entelequia aludida ahora es partido mayoritario.
Se me ocurre que nunca antes la generosidad del Poder había sido tan condescendiente con la traición; pero, así mismo, pienso que “la dicha del traidor por más suerte que tenga, dura menos que una cucaracha en un gallinero”; y que a contrapelo de su voluntad y deseos la impronta de la perfidia le perseguirá después de la muerte por designio de la memoria histórica.
El azogue o mercurio que hace de un cristal transparente un espejo, y que a su vez origina el fenómeno físico de la reflexión, no es sólo para que le sirva a los humanos de testigo mudo pero verdadero de su vanidad juvenil o del paso indeseado e irreversible de los años.
La reflexión en el orden filosófico va más allá. Busca de manera sensata y diligentemente incansable, la verdad que esconden las actitudes del ser interior de cada persona, en situaciones y circunstancias específicas; ya que, en definitiva, el hombre no es más que un instrumento del destino.
El señor objeto de este análisis si tuviera un ápice de raciocinio y un poquito de vergüenza, por lógica dialéctica elemental, estuviera en estos momentos mirándose en el espejo de Antonio Imbert Barrera; hasta ahora, el más conspicuo de todos los traidores dominicanos.