MI VOZ ESCRITA, Por Jorge Herrera
En la primera entrega de este artículo, luego de denunciar acaso por vez enésima, el fraude infame y asqueroso cometido por el no menos detestable presidente de la Junta Central Electoral (JCE), con la tutoría descarada de Danilo Medina, me referí a la supuesta votación porcentual recibida por la entelequia que hoy día es lo que queda del otrora glorioso Partido Revolucionario Dominicano (PRD).
La parte “in fine”, como si lo hiciera con un hermano merecedor del gesto, la dedico a sugerirle al traidor a los principios anti-reeleccionistas del doctor José Francisco Peña Gómez que se viera en el espejo de Antonio Imbert Barrera, a quien de paso tildé de ser el más conspicuo de los traidores dominicanos.
Ahora bien, al involucrar a uno de los complotados en el asesinato del Generalísimo Trujillo la noche del 30 de mayo de 1961, debido a la actualidad y al nexo ineludible de la traición entre los dos sujetos aludidos, por un asunto de responsabilidad y coherencia personal, decidí escribir esta ampliación y todas las que sean de lugar en aras de que los hechos con toda su crudeza, hagan florecer la verdad.
Sé que muchos de los que leyeron mi afirmación en los medios digitales Presenciard.net y Sinreservas.com.do, preservadores y defensores auténticos de la libertad de expresión y difusión del pensamiento, que no son pocos, y es fácil de constatar; se sorprendieron, y quién sabe si hasta piensan que de no estar loco soy un temerario sensacionalista.
Sin embargo, aunque parezca paradójico, ni una cosa ni la otra.
Es simplemente que me apasiona conocer la verdad y me complace que los demás también la sepan para que piensen con cabeza propia, a los fines de que no sean manipulados como borregos.
Todo lo que se ha dicho y escrito sobre el heroísmo “non plus ultra” de ese sujeto, escapa al análisis objetivo de los hechos, y atenta de manera calculada y vil contra la verdadera historia; ese recuento que registra los relatos fidedignos de las cosas sin apañamientos complacientes o interesados.
Los panegiristas del recién finado, empeñados en defender lo imposible obvian adrede datos que también son históricos y que, además, evidencian la más grande traición de Imbert Barrera. De la misma manera que el asesino vuelve a la escena del crimen, acosado por el remordimiento, el traidor denuncia su felonía…