MI VOZ ESCRITA, Por Jorge Herrera
Luego de una lucha a tiempo completo con todo lo que conlleva y significa tener que enfrentar y ganarle las primarias del Partido Revolucionario Moderno (PRM) a Hipólito Mejía, quien lo apuntalara en la arena política al escogerlo como su compañero de boleta en las elecciones del año 2012, ahora resulta que el licenciado Luis Abinader no sabe qué hacer con la candidatura.
Al menos esa es la conclusión a que ha tenido que llegar la mayoría de la población que asumió como suyo el proyecto de nación que a través de una convergencia opositora, propuso Abinader. Esa reacción a la vez que legítima, también es un antídoto preventivo a lo que podría ser una nueva frustración política de imprevisibles e inconmensurables secuelas.
El hermano Luis tiene que entender la dimensión del peligro que entraña la instauración de un régimen dictatorial con marcados caracteres stalinistas sobre la base de un apoyo popular que sólo encuentra un asidero anti-dialéctico en la amoscada tesis del autor de “La Mañosa” en uno de sus tantos arranques de soberbia.
¡Carajo! ¿Cómo es posible que en este tiempo, en los albores de que la humanidad ande clamando por agua en vez de pan, la gente no tenga conciencia de lo que en realidad le conviene?.
Eso no tiene sentido de ninguna forma. Luis Abinader encarna el sentir de un pueblo frustrado y sin norte cierto que en estos momentos sólo está pendiente de que se cristalice en un bloque monolítico, la tan anhelada Convergencia por un mejor País.
Me resisto hasta rabiar que tenga que aceptar por hecho que el licenciado Luis Abinader con su actitud inexplicable, reniegue su estirpe, que tire por la borda por abulia o cobardía la legítima aspiración que siempre tiene un buen padre para con sus hijos.
Se me ocurre, en mi condición de tal; y en razón de que tengo a mi hijo Aníbal Herrera, corriendo por una diputación en la circunscripción 3, que sería un golpe en extremo doloroso para el admirado amigo doctor José Rafael Abinader; un hombre de cuya acrisolada trayectoria con honradez incuestionable incluida, tendrían que dar fe hasta sus enemigos, si los tuviera.
Y es que, sin temor a yerro, es increíble que a poco más de tres meses de la convención perremeísta, el aún fresco aspirante a dirigir los destinos de la nación, a sabiendas de que en asuntos de carisma, (sería un tarado, si lo desconoce) está a manos con su seguro adversario, no acaba de estructurar el discurso convincente que espera la franja indecisa del electorado y el elector cada día más frustrado por la estafa continuista del peledeísmo…