MI VOZ ESCRITA, Por Jorge Herrera
Las reiteradas inconductas del espécimen humano que se hace llamar Omega, y que datan de tiempo casi inmemorable, en principio las consideré propias de un antisocial por naturaleza que buscaba nombradía en su entorno y en su ambiente a toda costa. Me equivoqué largo a largo, como se dice en lenguaje coloquial.
Sus reincidencias me han llevado a la conclusión pura y simple de que alguien, político o militar lo protege. Nadie con razones valederas puede explicar por qué tanta tolerancia con un sujeto que por su aberrante actitud personal ligada a una trayectoria alienante de artista callejero, sólo merece la repulsa colectiva de una sociedad hastiada de sus necedades.
Sin embargo, hay un detalle que no se puede perder de vista, en tanto entraña algo sumamente interesante, y es el que tiene que ver con las columnas por pulgadas que han tenido que dedicarle a ese rufián los medios de comunicación escritos para reseñar sus correrías. Publicidad al mejor precio: ¡Gratis!
Lo mismo sucede en los espacios en radio y televisión; y también en las redes sociales de la Internet. Así qué fácil es. Desnudado ese tigueraje en sus por menores, se me ocurre que una solución efectiva podría ser que las asociaciones que agrupan a esos medios se pongan a una, y decidan ignorarlo.
Esa decisión estoy seguro que lo obligaría a mantenerse en el anonimato o a pagar la propaganda que quiera y/o necesite para estar vigente; y por vía de consecuencia agenciarse contratos que le permitan continuar su cadena de acciones depravadas y denigrantes.
No tengo nada personal contra el señor Antonio Peter de la Rosa. Lo puedo jurar ante Dios y ante los hombres, sin temor alguno de que alguien con razón irrefutable me obligue a tragar en seco la falsedad del juramento. Sin embargo, mi condición de hombre de Derecho y de Ley, no me permite silenciar lo que afecta a la sociedad dominicana…