Por Nelson Guzmán Diplán
Amenazar con darle fuego, poner en peligro la vida y la salud emocional de medio centenar de niños que iban a una feria de libros, es un delito grave y la sanción en justicia debe ser ejemplar.
Ante tantos videos, testimonios y evidencias irrefutables, el primer paso de los dirigentes de los guagüeros de Boca Chica fue deplorar y condenar los hechos; en la segunda fase, con despreciables argumentos, retorcer, distorsionar y negarlo todo.
Aunque en algún momento de impotencia a los chóferes se les ha endilgado el mote de ser los dueños del país, hasta el más ingenuo sabe que en el capitalismo el amo de todo es el capital, y en este círculo los chóferes son simples pelagatos. Por consiguiente, los dueños de esta finca patria podrían estar a miles de millas del Puente Duarte. Sus representantes locales no conducen ni su propio automóvil.
Los choferes son un producto, no una fábrica, engendro de la miseria, la pobreza mental y la falta de educación. Parasitarios de sentimientos, obsesionados por controles absurdos que tienden al caos. Eso es intolerable.
Creerse dueño de la libertad ajena al margen de los estamentos de control del Estado es simplemente aspirar a la locura colectiva.
Si para mal el narcotráfico se distribuye y apropia de zonas imaginarias, incluyendo las esquinas de una ciudad determinada donde ejecutan sus desmanes, los exobreros del transporte, evolucionados a micro pequeños y medianos empresarios en la República Dominicana se han constituido en una mafia muy superior al narcotráfico, pues este se mueve subrepticio y solapado tras bambalinas. La mafia del transporte es abierto desafiante, frentero; armado de tubos, bates, machetes, pistolas, escopetas y hasta fusiles. Siembran miedo y el que domina con el terror es terrorista.
Si usted tiene un carro común (sospechoso de ser público) y le da una bola a cualquier relacionado, lo lleva próximo a una parada de concho, ¡Ay mamá! puede ser abordado de forma interrogante por controladores que certificarían que usted es o no pirata si no convence, podrían hasta destruirle su vehículo en una agresión salvaje.
El detonante de Boca Chica es el punto álgido que debe aprovechar el Estado para ponerle el cascabel al gato. Si el Gobierno desaprovecha esta oportunidad, le envía un mal mensaje a la sociedad desprotegida. No queremos las excusas de «los infelices padres de familia».
Las cosas han cambiado, los líderes choferiles gustan de caminar rutas peligrosas, pero la orquestación es estratégicamente diseñada, exobreros del volante, exsindicalistas, hoy empresarios, dirigentes políticos que gestionan franquicias para tres partidos políticos, dos de guagüeros y taxistas y uno de camioneros para ganar poder en las urnas y que el derecho electoral le permita a asaltar el erario legalmente. ¡Estamos jodidos!
A caso ya se olvidó el crédito de unos quinientos millones de pesos que pagamos entre todos por las guaguas azules, que siempre nos fueron ajenas, las mismas que luego liquidaron al ayuntamiento del D.N. con bienes plus valuados; sí, esas propiedades que alguna vez habían sido adquiridas a precio de cachimbo de barro.
Los chóferes públicos son expertos en crear situaciones, de hecho, a sabiendas de la prohibición de circular por túneles y elevados, jugando a la gallinita ciega, poco a poco han ido tomando esos espacios y en cualquier momento una carcacha ambulante de esas suelta una rueda y el tapón llega al pecho. ¿Las autoridades están vendadas?
Los exobreros del volante fueron muy activos en la política opositora del pasado, todos recordamos esos órganos famosos; UNACHOSIN, SUCHODISNA, MICHO, etc. Sus fábricas de grapas para huelgas terroristas y el desastroso final de mucho de sus líderes.
El caso de Boca chica, gracias a los tantos vídeos pone mucha presión, la acción de la fiscal debe llegar hasta las últimas consecuencias, es la oportunidad de enviar un mensaje contundente y romper ese nudo, la clase política y la opinión pública seria, debe apoyar esa salida; digo la clase política porque de manera irresponsable muchos políticos, detrás de votos, le tiran la toalla a problemas fundamentales de nuestra sociedad.
El momento llegó para que la mano sancionadora de la justicia le ponga la tapa al pomo y nos devuelva la libertad de tránsito. Lo de Boca Chica es solo la expresión extrema de lo que el sector choferil hace a diario, pues se debe admitir que por la irresponsabilidad de las autoridades competentes, las vías están en manos de bandas con alta vocación al crimen.
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