Por Héctor Galván
La situación de los 384 kilómetros que constituyen la línea fronteriza con la República de Haití y la entrada ilegal de haitianos al país, hay que verlos a la luz de la palabra de Dios.
Cuenta la Biblia en el libro de Jueces, capítulo 6, versículos del 1 al 5, que había un pueblo llamado medianita que continuamente penetraban al territorio de Israel. En ocasiones atacaban y comían los frutos de la tierra. Y venían a la tierra para devastarla. Y empobrecía a Israel. Y entonces era necesario clamar a Jehová para que los librara de ellos.
También, los gabaonitas, otro pueblo diferente a Israel, usaron la “astucia” y haciéndose pasar por lo que no eran, entraron al territorio de Israel y pidieron alianza y ayuda. Y hasta dijeron que serían siervos de Josué y de Dios, cuando en verdad no eran tales. (Josué 9:8). Y engañando a Josué terminaron quedándose ilegalmente en territorio de Israel.
La Biblia nos enseña que debemos ser generosos y misericordiosos con los extranjeros, pero estos deben respetar nuestras leyes. Y los dominicanos tenemos establecida la palabra de Dios basada en la Biblia en nuestra Constitución.
El libro de Juan 2:1-9,10, sostiene: “Si alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina, (la fe en Cristo) no lo recibáis en casa ni le digáis: «¡Bienvenido!», porque el que le dice: «¡Bienvenido!» participa en sus malas obras”. Y sabemos que hay muchos haitianos que practican el vudú, la santería y la brujería. Y así no debe ser.
Hemos visto cómo una oficial de Migración dominicana fue agredida cerca de Jimaní por una piedra en la cabeza por haitianos violentos. Diplomáticamente, la costumbre es que la Cancillería del país ofendido hace una nota verbal al país agresor por la conducta impropia de su gente. Y la nación agresora debería pedir disculpas por ese hecho.
Recientemente, se denunció la entrada de 8,300 haitianos ilegales por distintos puntos de la frontera del país. Y hasta ahora solo se han detenido y enviado a Migración para su retorno. Pero se necesita algo más que eso. Hay que redoblar la vigilancia en la frontera para que se haga lo justo. Pero hay que darle un mayor apoyo a quienes vigilan la frontera y fortalecerla con proyectos económicos y sociales, vía la cooperación internacional y la inversión privada y pública, a fin de hacerla más humana.
Cuando estuve en Corea del Sur, como embajador, pude visitar la frontera que divide a los dos países. Y cabe resaltar las avanzadas tecnologías que se usan para detectar cualquier objeto o persona que intente tocar las fronteras. Pero también hay un proyecto de zona franca de parte de Cora del Sur en Corea del Norte para ayudar esa nación.
Debemos, pues, aprender de los coreanos y de la Biblia. Y darle un carácter humano, pero justo a nuestra frontera. Que no se repita la historia de los gabaonitas ni los medianitas.