MI VOZ ESCRITA, Por Jorge Herrera
Las hiperbólicas declaraciones del presidente de La Junta Central Electoral en el sentido de que el padrón que se usará para las próximas elecciones será “el mejor de la historia” debido a una sarta de razones que él tilda de efectivas, no garantizan en absoluto la pulcritud que requieren los próximos comicios.
Más bien a lo que se prestan sus juicios es a condicionar las reacciones de los sectores económicos, políticos y sociales interesados en que definitivamente la vida democrática de este país se encause por auténticos senderos de progreso con equidad.
¿Cómo es posible que a estas alturas del proceso eleccionario que se avecina el presidente de la Junta Central Electoral (JCE) y connotado miembro del Comité Central del partido obviamente secuestrado por un Presidente obsesionado con mantenerse en el Poder, ande pregonando que también tiene listo el voto de los presidiarios?.
¿Quién va a fiscalizar que en verdad sólo voten los presos preventivos y aquellos que por la razón que fuere el dispositivo de la sentencia no le despoje de sus derechos civiles y políticos?, ¿Quién diablos va a impedir que en los recintos carcelarios haya proselitismo político-electoral, si los alcaides son agentes coercitivos de la reelección?.
Sobre esa poca vergüenza, para no calificarla de perversidad por respeto a su investidura, aunque él no la respete, se me ocurre que al magistrado de tanto ser cuestionado, y con sobrados motivos, ya muchas cosas sino todas, le son indiferentes; y que en definitiva, él es la cabeza visible del fraude.
Muy distintas fueran las expectativas de los potenciales sufragantes en las elecciones del 15 de mayo, si en lugar de procurar renombre organizativo el doctor Roberto Rosario Márquez le dijera al país que no hay forma de garantizar que los escrutinios sean pulcros y transparentes, si no se cuenta con una Ley de Partidos que avale el pleno de la propia Junta en su calidad de árbitro.