Por María Celsa Rodríguez
El Socialismo del Siglo XXI nació por idea de Fidel Castro y fue tomando fuerza y forma con el paso de los años.
Cuando vimos al Presidente Obama arribar a la isla, muchos comenzaron a soñar un cambio, sin embargo, los menos ingenuos sabíamos que los Castros no lo permitirían tan fácilmente.
Según su canciller Bruno Rodríguez, la de Obama fue “una visita en la que hubo un ataque a fondo a nuestra concepción, a nuestra historia, a nuestra cultura y a nuestros símbolo, -dijo. Obama vino a presentarse aquí y encandilar al sector no estatal de la economía, como si él fuera no el defensor de las grandes corporaciones sino el defensor de los que venden perros calientes, de los pequeños negocios en los Estados Unidos, (lo) que no es Obama”. Y justamente ese sector “no estatal de la economía” no se le permitirá que sea tomado por “las corporaciones norteamericanas”.
El camino hacia la apertura de Cuba está lleno de los obstáculos que por décadas ha construido Castro. Y ven a los EEUU diseñando maniobras estratégicas que aspiran a destruir la revolución cubana. Por lo cual Raúl Castro dejó en claro que el país comunista seguirá con su modelo de partido único para defender su sistema.
A pesar del avance en las relaciones diplomáticas, Cuba seguirá manteniendo sus restricciones a importar los productos estadounidenses. Aunque se espera que mejoren las relaciones bancarias, los servicios postales y de comunicaciones, y los vuelos directos a la isla, entre otras cosas.
Hasta ahora el modelo cubano tan defendido por la Revolución, ha mostrado su ineptitud para manejar la economía, quebrando las esperanzas de prosperidad de los cubanos que viven rodeados de necesidades básicas insatisfechas. Por eso, la visita de Obama despertó el entusiasmo del pueblo, entusiasmo que hoy se fue disolviendo.
La sumisión de la gente, los conduce a transitar su destino reprimido de posibilidades.
Los inversionistas extranjeros no miran a Cuba como una alternativa positiva ya que saben que con una población sin poder adquisitivo, sin mercado, sin propiedad privada, sin servicios adecuados, y todo bajo el estricto control del estado, hace inidóneo poder emprender cualquier industria.
Con una mentalidad que se quedó congelada en la Guerra Fría y una política del principio del siglo XX, es poco probable que Cuba revierta su realidad. Mucho menos recibiendo el apoyo de Venezuela, Irán, Vietnam y Rusia. La letra chica de lo acordado en el VII Congreso del Partido Comunista Cubano diseña conflictos sociales y agonía económica.
La crisis profunda que gravita sobre su presente, la corrupción, la falta de valores sociales, los problemas para proveerse de alimentos, la falta de viviendas confortables, la falta de tecnología, el retraso en infraestructura, un modo de vida detenido en el pasado bajo los argumentos de un comandante que traicionó su historia, y la constante distorsión de la realidad esclavizada a la mentira oficial, hace que Cuba se mantenga tras una neblina que la pone a contrapelo del mundo.
En el 2018 concluirá el segundo mandato como presidente de los consejos de Estado y de Ministros de Raúl Castro, la pregunta que nos hacemos es: ¿quien será “el elegido” para sucederlo? Las miradas se posan sobre, Alejandro Castro Espín, un coronel de más de 50 años de edad, que inició su carrera militar como oficial del Ministerio del Interior. Se graduó en ingeniería. Su madre, Vilma Espín, era una dirigente de la Revolución Cubana. En los 80 fue destinado a Angola en misión militar, y cuenta con un máster en relaciones internacionales y amplios conocimientos en defensa y seguridad nacional, asesorando a su padre Raúl en temas diplomáticos. Los rumores dicen que es entrenado a diario por el mismo Fidel, -su tío-. De ese modo, queda claro que la “monarquía castrista” seguirá gobernando la isla.
El periodista Jorge Lanata, dijo: “En general a los países les va mal por todos los que nunca dicen nada».
Durante varias décadas los cubanos no dijeron nada y se sometieron al régimen como obedientes ciudadanos. Ellos son los culpables de sus propias frustraciones. No se rebelaron contra el régimen.
Tejieron su destinos atados a una Revolución que los enceguecen, y desconocen lo que es vivir en una democracia, y lo más importante: