Por Ricardo Bustos
Por esos tiempos biológicos que nuestro organismo nos marca en la madrugada, al volver a la cama no podía encontrarme con el sueño reparador. Casi sin darme cuenta encendí el televisor y comencé a buscar algo que, además de informar, me diera la oportunidad de descubrir el nuevo mundo de la televisión en horas de la madrugada. Menuda sorpresa me he llevado al recorrer la grilla. En los canales de cable, los únicos que tienen actividad en vivo (porque no se les puede llamar programas), descubrí que si uno pertenece a la vieja guardia, se convierte en un elemento descartable para los dueños y programadores de los medios audiovisuales.
Los Héctor Larrea, Antonio Carrizo, Juan Alberto Badía, Fernando Bravo, Pancho Ibañez, Betty Elizalde, Nora Perlé, por nombrar solo a algunos de los grandes que hicieron historia, fueron reemplazados por muchachos todos despeinados, desalineados, enfundados en unos pantalones que parecen calzas de dama todos agujereados y con gestos y movimientos físicos mas parecidos a las damas que al clásico varón de otros tiempos. Obviamente que no es discriminatorio este comentario porque solo trata de marcar una diferencia entre una y otra época.
Las chicas, que abundan a la misma hora como bastoneras de los muchachos, en su mayoría tienen unos cuerpos que, como dicen los jóvenes hoy «se parten» y claro está, esa quizá sea su carta de presentación para, en un futuro, poder convertirse en brillantes «conductoras», mostrando hoy una figura y los atributos que Dios les dió corporalmente hablando, aunque después es muy probable que las encontremos en alguna marcha con pancartas y protestando contra la trata de mujeres.
Las pocas entrevistas que pude ver, estaban centradas en lo nuevo, siempre lo nuevo, los youtube, blogger, cantantes o algo parecido cuya música dicen se llama reggaeton, y se acompaña con unos gestos raros con los dedos de la mano, moviendo el cuerpo como si se fuera a romper y los rostros desencajados como si estuvieran dirigiendo la orquesta sinfónica de Berlín en una sinfonía de Beethoven.
Es indudable que si analizo apenas por sobre la superficie lo que he podido comprobar esta madrugada, encontraré una respuesta que solo habrá de conformar a este lector que escribe y es que aquellos que tienen la responsabilidad de emitir contenidos para todos los gustos y edades en los medios de comunicación, han borrado, literalmente hablando, del mapa demográfico a los adultos mayores. Si tomamos como fecundidad, movilidad y mortalidad como claves para la demografía, que determina la estructura de cada población, para estos nuevos formadores no hemos nacido nunca o como los dinosaurios, hace mucho tiempo hemos desaparecido de la tierra.
He podido observar en medio de estos jóvenes que «juegan» a hacer programas de televisión, a señores cincuentones que, vestidos y peinados o despeinados como los jóvenes, intentan escapar al paso del tiempo con alguna que otra tintura en sus cabellos y un poco de relleno en las mejillas, algo característico en estos días porque no se puede disimular ya que resaltan en los pómulos dos pelotas que dejan al individuo al borde de la imitación de Quico en el Chavo del 8.
Es evidente que detrás de estas expresiones culturales (porque de alguna manera debemos catalogar) existen otros entramados que viajan mucho mas rápido que aquello que muestra la pantalla «chorreando grasa».
De día es otra cosa, quizá peor aún porque lo ve mucha mas gente y de cualquier edad. Peleas familiares que trascienden el hogar, vedetongas o modelos a quienes llaman «divas», programas en donde le sacan el pellejo al pobre que ha caído en desgracia por algún problema familiar o laboral y no pudo encontrar otro camino para que la realidad deje de golpear a su puerta.
Estoy tratando de aprender de memoria los nombres de los nuevos «profesionales» de los medios, en radio o televisión, pero resulta que son tantos que cuando archivo en mi memoria algunos, olvido los que ya he registrado antes.
Párrafo aparte para quienes vivimos en pueblos pequeños, con su encanto particular, la buena gente de trabajo, los viejos con sus historias ricas en contenido pero a los que nadie consulta absolutamente nada y se pierden lo mas importante de una sociedad que es la base de lo que hoy somos…la historia.
Las radios de la comarca que habito, son todas FM, es decir que como la frecuencia es modulada, la señal auditiva solo llega hasta donde alcanza la potencia de los equipos y la altura de la antena porque su difusión es lineal, como si cualquiera de nosotros estuviera parado en un cerro y con la vista intentara llegar hasta lo mas lejos en el horizonte.
Solamente por la mañana, algunos programas que informan sobre lo que ocurre, pero llegada la hora del almuerzo, todos a casa, a poner música y hasta la tarde cuando comienzan los programas de «los mensajitos», porque así es la radio de hoy. Todos deben enviar mensajes de texto y quienes están al frente del micrófono los leen como si fueran parte de una enciclopedia. «rosita saluda a Pedrito y le dedica una canción», en ese rumbo vamos haciendo punta en la era de las comunicaciones. Hombres que se rompieron los sesos para que cada día todos tengan mayor posibilidad de estar comunicados y estamos desperdiciando minuto a minuto ese caudal de tecnología con espacios vacíos de contenido cultural.
Como si fuera poco lo relatado, no puedo olvidar (con el mayor respeto por todos los cultos) que en horas de la madrugada, mientras hacía zapping ya con los ojos rojos de buscar algo que cautivara mi interés por la televisión de madrugada, he podido contabilizar 12 (doce) programas de religión evangelista o cristiana, como se le conoce y eso mismo se reproduce en las tardes y noches en todos los pueblos o ciudades en el extenso territorio nacional. Cuesta creer que con tantas posibilidades al alcance de nuestras manos, cada día estamos mas lejos de la armonía en el hogar, las posibilidades de ampliar el conocimiento para volcarlo en el ámbito profesional y por sobre todas las cosas conocernos mas y mejor.
Toda época tiene un comienzo y un final, lo lamentable es que hacia ese final vamos a mucha velocidad y no encontramos la fórmula para poner un freno a ese desenfrenado método que hemos adoptado para desnudar nuestras miserias en un mundo que solo habla de conflictos, peleas y protestas.
El gran director de cine Federico Fellini, dijo alguna vez que «la televisión es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural» y mas acá en el tiempo, un actor, Brad Pitt, fué un poco mas lejos y mas crudo en su opinión… “Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seríamos millonarios, dioses del cine, o estrellas del rock. Pero no lo seremos, y poco a poco lo entendemos, lo que hace que estemos muy enojados”.
El autor es: Locutor Nacional-Comunicador.
Capiovi Misiones, Argentina
DNI 7788556